Abundan
las ratas [1] en la universidad. Unas de cuatro
patas, como las que se ven diariamente en el muro de la calle 11 destruido el
semestre pasado por los agentes de la ley y el “orden”. Otras de dos patas,
como las que se observan hablando de “entornos amables”, viajando al exterior,
firmando convenios con bancos para construir Valmaría, destruyendo las oficinas
estudiantiles, ofreciendo cursos para profesionales no licenciados, comprando
mesas de billar para ponerlas en uno de los lugares con mayor hacinamiento de
la universidad y luego arrumándolas en el Ático, y por último vulnerando los
derechos de los trabajadores de la universidad. Esas maravillas, propias de
burócratas de cuello blanco, enorgullecen a nuestras amigas de cola larga que
se creen las más lindas entre aquellas que buscan privatizar la educación
pública. ¿Pero qué hemos hecho con estos roedores que siguen andando
oriundamente por la universidad como si nada hubiera pasado? Seguir nuestros
estudios normalmente y hacernos las de la vista gorda mientras ellas siguen
haciendo sus fechorías con nuestra complicidad envuelta en un silencio que,
como diría Galeano, es bastante parecido a la estupidez.
Frente
al cruel deterioro de los baños y la abundancia de ratas de dos y cuatro patas
muchas estudiantes y profesoras han preferido guardar silencio, hablar
solamente de temas meramente académicos o criticar ciegamente las acciones de
aquellas que luchan diariamente por una educación al servicio de las oprimidas.
Solo unas pocas hemos participado de los procesos asamblearios y de
movilización en apoyo a las trabajadoras y en defensa de nuestra universidad;
La gran mayoría, al parecer, sigue esperando que el techo se les caiga encima,
que las ratas se le entren al salón o que les quiten los almuerzos subsidiados
para poder actuar y mostrar su inconformidad. Peor aún, una gran parte de la
comunidad universitaria piensa que todos los problemas que afronta la
universidad se van a solucionar armónicamente de la noche a la mañana: Falso
pensamiento. Las ratas de dos patas prefieren gastarse el dinero en proyectos
de extensión cultural o en arriendos costosos lejos de la Comunidad
Universitaria para cobardemente evadir cada uno de sus justos reclamos antes
que invertir en el mejoramiento de la infraestructura y el nivel de vida de
trabajadoras, profesoras y estudiantes. Esos roedores que visten de paño,
siempre han buscado impulsar la creación de una empresa privada que forme
acríticamente a sus trabajadoras intelectuales para que no protesten ni piensen
fuera de lo establecido por las leyes del mercado.
Las
únicas alternativas que nos quedan a la Comunidad Universitaria para luchar
contra estas ratas, son la organización y la movilización. Tenemos
la gran tarea de participar activamente en los consejos estudiantiles,
asambleas, marchas y mítines, y sobre todo de no quedarnos callados frente a la
crisis financiera, alimentaria, sanitaria, académica y de infraestructura que
sufre no solo la sede de la calle 72 sino las sedes de Valmaria, el Nogal, el
Parque Nacional, Valle de Tenza y Guapi. No deleguemos la responsabilidad de
defender nuestra universidad a unas pocas; por el contrario, construyamos desde
abajo una UPN sin ratas ni problemas de salubridad, sin corrupción ni
burocracia, sin despotismo ni represión. Es nuestro deber, como educadoras,
defender nuestra casa y construir una UPN digna, publica, rebelde y gratuita.
Grupo
Estudiantil Anarquista- GeA UPN
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[1] No queremos
legitimar la violencia contra los animales pues, muchas libertarias que
componemos el GeA, nos consideramos defensoras de sus derechos. Es por eso, que
hacemos una analogía con la administración Orozco.
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