"Les
cuento que yo ayer salí de la universidad orinado del susto", nos dijo la
única persona que accedió a contarle a VICE cómo le fue cuando tuvo que
entenderse con el grupo de seis hombres que aparecieron bajo la lluvia en la
tarde del miércoles pasado, portando armas largas y cubiertos de los pies a la
cabeza, en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia.
"Porque
a mí me vieron. Yo empujé a un tipo y los madrié a todos, pero no le ví el
rostro a él ni a los demás, entonces no sé de quién tengo que cuidarme".
Al día siguiente del incidente, un rato antes de nuestra entrevista con él y
por estar repartiendo volantes de la cumbre agraria que el viernes pasado se
iniciaba en esa Universidad, una amiga se le acercó para preguntarle si no quería
su vida, que por qué se boleteaba así.
Parece
que en la Nacho todo el mundo está igual de atemorizado o peor. Uno se patonea
la sede tratando de conseguir un testimonio y todo el mundo responde que claro,
que se enteraron de lo que pasó, incluso algunos admiten haber visto pasar a
los tipos y otras personas ofrecen narraciones con cierto grado de detalle,
pero nadie habló con ellos. Nadie los miró a la cara. Con nadie entablaron
intercambio directo. "No, es que no quisiéramos que cites nombres en el artículo
porque nos parece un poco pesado lo que pasó", explica una representante
estudiantil.
En el
caso específico de Andrés (llamemos así al estudiante que sí nos contó su
experiencia), lo que pasó nos parece también a nosotros un poco pesado. A eso
de las 2:30 p.m., él estaba estudiando sentado en el suelo frente a la
biblioteca central Camilo Torres, cuando se distrajo de su lectura por un grito
que atravesó la plaza Che Guevara:
-¡Paracos!
Cuando
Andrés levantó la mirada no vio a nadie, pero después de unos minutos volvió a
alzar la cabeza del libro para inmediatamente tropezar la visión con unos
hombres de ruana impermeable y pasamontañas. Estos le preguntaron a un grupo de
estudiantes que estaba reunido junto a él, que si ellos solamente consumían o
además vendían drogas y, acto seguido, procedieron a impartir instrucciones a
los jóvenes.
-A la
Universidad se viene es a estudiar. No a fumar marihuana, ni a vender, ni a mamertiar.
Luego
pusieron sus manos sobre los bolsillos de uno de los muchachos:
"Venga
yo miro a ver qué es lo que usted vende".
Cuando
comenzaron a bajar por el pantalón para requisar al estudiante, sus compañeros
se levantaron para impedirlo. Ése fue el momento en que Andrés empujó a uno de
ellos, desafío suficiente para que el fulano se levantara el impermeable y
apuntara hacia su cuerpo con un fusil que nuestro testigo identifica como del
tipo Gallil.
"Usted
se calla, sapo", le dijo.
Antes
de irse, reiteraron que en 'la Che' no se podría fumar marihuana, que, cuando
quisieran hacerlo, tenían que irse a los predios ubicados entre la facultad de
química y la periferia del campus. O no respondían por sus vidas.
El
representante del Departamento de Sociología ante el Comité Asesor de Carrera
explica que algo similar ocurrió en 'el Freud', una zona verde de la sede
Bogotá, junto a la cual se encuentran la cafetería de su departamento y la
Facultad de Derecho. Los tipos aparecieron y, aun cuando sus armas no eran
visibles bajo las capas impermeables, desconcertaron con su mera presencia a
los estudiantes allí reunidos, dado que casi toda la Nacional identifica
fácilmente la apariencia y el proceder acostumbrado por las organizaciones
clandestinas de encapuchados que siempre
han estado radicadas en la Universidad. 'Capuchos', les dice todo el mundo en
el medio de las universidades públicas. 'Se sabía que no eran los capuchos',
asegura este líder estudiantil. "Uno reconoce cuándo son estudiantes y
cuándo no. Usualmente estos grupos clandestinos siempre se identifican ante la
comunidad, tienen un nombre, y nunca salen a amedrentar absolutamente a
nadie".
Óscar
Mauricio Aponte, autor del comunicado estudiantil que dio a conocer los sucesos
a través de las redes sociales, nos explicó que los encapuchados tradicionales
que hacen parte del paisaje cotidiano de esta y otras universidades oficiales
usualmente se tapan la cara con camisetas y destacan en su indumentaria las
insignias de sus respectivas organizaciones. Además, distribuyen comunicados,
gritan arengas y se echan discursos políticos frente a los estudiantes, sin
exigirle requisas a nadie. "Pero este grupo no usaba distintivos y en
cambio sí pasamontañas, que son, tanto
en Colombia como en sus universidades,
un símbolo de los paramilitares", dice.
El caso
es que los tipos se acercaron a la cafetería del departamento de sociología, comenzaron
a requisar y le mostraron las armas a quien se negaba a abrir la maleta o
dejarse esculcar la ropa. Finalmente, dieron por prohibido el consumo de
marihuana ahí. Los que quisieran hacerlo, tendrían que desplazarse a otra zona
verde de la sede conocida como el parque Humboldt. Además, dejaron una amenaza
que también recorre el campus de boca en boca: si continuaba el consumo de
marihuana frente a la cafetería de sociología, sembrarían 'El Freud' de minas
antipersona.
La
representación estudiantil aún no respalda ninguna de las hipótesis que ha
venido considerando desde que se enteró de lo sucedido, por varias aspectos que
hacen verdaderamente confusa la manifestación violenta que se dio. Por ejemplo,
si los hombres que atacaron la Universidad el miércoles en la tarde hubieran
sido enviados por una organización que buscara reprimir absolutamente el
consumo al interior del campus, sus hombres se hubieran esforzado por disuadir
a los estudiantes de drogarse en cualquier rincón de la Universidad. Lo raro es
que, después de sentar como principio de su intervención el argumento de que a
la universidad se va a estudiar y no a vender ni a meter, los hombres señalaron
sectores específicos del campus en donde ellos parecieran, dentro de su lógica
autoritaria, estar dispuestos a tolerar el consumo de drogas.
También
existe la posibilidad de que este intento por forzar a los estudiantes a
cambiar los lugares en donde suelen drogarse sea una estrategia cuya
implementación beneficiaría a una o varias bandas de microtráfico que se andan
mechoneando con la competencia por el dominio territorial en la sede Bogotá de
la Nacho. Oscar Mauricio recuerda el hecho de que hace diez años murió un
expendedor en medio de una disputa territorial entre dos grupos de microtráfico
cuando se estaban enfrentando por el control del 'Freud', que es ese mismo
campito en el edificio de sociología donde se aparecieron los señores de
pasamontañas el miércoles a decir que nadie podía seguir fumando marihuana ahí.
El
líder estudiantil afirma que 'el Freud' ha sido, por mucho tiempo,
precisamente, una zona de alto consumo y expendio de drogas en la Nacional. Sin
embargo, a Oscar Mauricio Aponte (quien es, además, el representante
estudiantil ante el Consejo de la Sede en Bogotá y la única de nuestras fuentes
que autorizó su identificación sin reservas para esta nota), esa hipótesis no
lo deja del todo satisfecho: "No podemos aseverar que se trata de una red
de microtráfico. No cualquier bandita de barrio puede conseguir seis fusiles
para traerlos a la Universidad Nacional de Colombia. Son seis armas de guerra,
propias de ejércitos, que no están al alcance de cualquiera".
Y, por
último, los estudiantes descartan también la posibilidad de que el objetivo de
los agresores sea limpiar la universidad de jíbaros, a pesar de que, afirman,
hay antecedentes de grupos que se dedicaron hace casi cuarenta años en la Nacho
a ahuyentar jíbaros e incluso llegaron a
asesinar a unos cuantos. Si ese fuera el caso, dice Aponte, los hombres
hubieran interceptado a los jíbaros y no exclusivamente a los estudiantes.
Lo que
sí queda claro para muchos es que los encapuchados de la semana pasada distan
mucho de ser los mismos que en ocasiones han aparecido en manifestaciones y
pedreas. "Los capuchos no tienen presupuesto para comprar pasamontañas y
ponchos", dice una estudiante que pidió su anonImato. "Además, los
capuchos nunca tocan a los estudiantes, ni llevan fusiles".
Según
Aponte y Andrés, el testigo que entrevistamos, al momento de la aparición del
grupo de hombres armados, ningún miembro de los cuerpos de seguridad de la
Universidad intervino para evitar las requisas forzadas y la intimidación hacia
los estudiantes, o para obligar a los seis sujetos a salir de las instalaciones
de la Universidad. Óscar Mauricio nos contó que, en una reunión que se llevó a
cabo el mismo miércoles entre la representación estudiantil, algunos
funcionarios de la administración universitaria y la Defensoría del Pueblo, los
líderes estudiantiles que asistieron le hicieron preguntas al jefe de la
División de Vigilancia y Seguridad sobre la reacción del personal de vigilancia
durante los minutos en que todo sucedió. El estudiante de sociología afirma que
el representante de la División le informó que la respuesta de la seguridad en
ese momento se limitó a reportar la presencia de los seis tipos armados y a
seguir sus desplazamientos a través del sistema de cámaras y de la información
que daban los vigilantes en cada uno de los puntos que los señores visitaron.
Acerca
del recorrido que realizó el grupo armado, Aponte dice que para ellos todavía
no es muy claro, pero creen que comenzó en "El Freud", continuó hacia
"La Perola", de ahí pasaron estos hombres a la plaza Che, luego
llegaron al edificio de ciencia y tecnología y remataron el tour en el edificio
de ciencia y tecnología, desde el cual se esfumaron antes de las tres y media
de la tarde.
"¿Cómo
es posible que hayan podido ingresar y salir del edificio de química sin ser
siquiera detectados por los cuerpos de seguridad del edificio, llevando seis
fusiles, cuando se supone que se les estaba haciendo un seguimiento?", se
pregunta Aponte.
VICE
intentó por varios medios obtener una entrevista con fuentes oficiales de la
Universidad, cosa que no logró. La única respuesta que recibió decía por
escrito que la oficina de prensa no comprendía por qué había dos periodistas
haciendo reportería en el campus sin previa autorización. VICE, por su parte,
no entendió cómo puede ser indebido que un medio de comunicación ingrese sin
autorización a una universidad pública para investigar por qué seis hombres
armados ingresaron sin autorización a la misma universidad pública.
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