Por: Nicolás
Durán Sandoval [1]
La
dirigencia departamental creía que la salud no tenía dolientes y abandonó
durante 2 años al HUS con obras de reforzamiento que recrudecen las condiciones
indignas en que se pretende hacer efectivo el derecho a la salud. Ahora,
escamotea audazmente presentando contingencias que demuestran la improvisación
ante el levantamiento del estudiantado exigiendo soluciones para el pueblo mal
tratado y enfermo, que se encuentra con la muerte dentro de este llamado
“hospital de combate”.
El
levantamiento del estudiantado lo que hizo fue destapar una olla podrida, en
donde el mal olor despedido por la misma, genera desasosiego y malestar en todo
aquel que comienza a escuchar las denuncias estudiantiles. Frente a esta
situación el gobierno departamental y la gerencia del hospital se ven obligados
a aceptar de manera descarada la nula planificación del proyecto de
reforzamiento y modernización, así como también las fallas estructurales del sistema
de salud a quién en últimas pretenden culpar de todas las vidas truncadas al
interior del HUS.
Sería
injusto que el personal asistencial y los estudiantes padezcan la condena de
todos estos homicidios culposos; pues al no haber una clara intención de matar,
sin embargo, bajo el conocimiento de las consecuencias de atender en estas
condiciones, la defunción sucede.
Aquí lo
que pasa es que la denuncia preocupa a los directamente responsables de todas
estas muertes. La imposición de este plan de contingencia no es más que un
llamado de atención para aceptar la realidad patas arriba, regresar a la
“normalidad académica” donde la voz de aquel infartado que no recibe el manejo
adecuado por falta de equipos en un hospital, que acorde a su nivel de complejidad,
debería tenerlos; también de aquel joven que se somete a una apendicetomía y
corre mayor riesgo de complicaciones postoperatorias a falta de quirófanos que
cumplan la norma; la voz de aquel estudiante que después de sufrir un accidente
en moto va tener que prescindir del servicio de rehabilitación producto de la
falta de compromiso y seriedad de quienes aceptaron el dichoso plan de
contingencia.
Los
estudiantes despertamos presos de un extraño malestar. La sospecha de que el
orden actual de las cosas iba en contra de nuestra humanidad, y que, de
continuar pasivos, irremediablemente terminaríamos convirtiéndonos en víctimas
y victimarios cómplices.
Al
comienzo éramos solo los estudiantes de la Facultad de Salud, después era la
Universidad Industrial de Santander entera, ahora somos un pequeño sector de la
sociedad santandereana, y lo que seremos es todo un enigma muy alentador.
Hace
parte del himno de este departamento aquello que dice: “siempre adelante, ni un
paso atrás”. Si bien hemos avanzado y el camino es largo para lograr el
hospital público, universitario y al servicio del pueblo que soñamos, el punto
innegociable que condiciona la supresión del cese de actividades, que es la
mejora en la calidad de la atención, exige mucho más que la imposición de un
plan de contingencia improvisado.
[1]
Estudiante de 5to Nivel de Medicina de la Universidad Industrial de Santander Activista
de la Federación Universitaria Nacional Comisiones - FUN Comisiones Movimiento
por la Defensa de los Derechos del Pueblo - MODEP
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