Por: *Jairo Andrés Rivera
Ha sido
innegable para cualquiera que conozca así sea un poco del actual conflicto
laboral que se vive en la Universidad Nacional de Colombia, que los
trabajadores universitarios tienen toda la razón en exigir un necesario aumento
en sus salarios y una nueva política de vinculación y significación del trabajo
al interior de la universidad, que entre otras cosas, impida el acelerado
desmonte de lo público en una universidad olvidada por la mano del Estado.
Sin
embargo la administración no sólo ha actuado mal en el manejo de la situación
ante el paro de trabajadores, anunciado por ellos mismos desde el inicio del
semestre después de los compromisos incumplidos por las directivas de la UN, y
del estudio que las mismas contrataron y que término dando toda la razón a los
reclamos salariales de los trabajadores.
Ante
estas circunstancias parecía cínico por parte de la administración
universitaria no atender las justas y técnicamente comprobadas peticiones
salariales de los trabajadores. Sin embargo y ante todo pronóstico, el rector
Mantilla y el Vicerrector de la sede Bogotá Diego Hernández (seguro candidato a
rector y amigo personal de Sarmiento Angulo y Álvaro Uribe), se dedicaron a
tomar las peores decisiones desde el inicio.
Ni
siquiera fueron capaces de gestionar las peticiones de aumento salarial ante el
ministerio de hacienda (quien sabe qué acuerdo con el ministerio de educación
lo haya impedido), y por el contrario, gestionaron una modificación de la
planta administrativa en favor del desmonte de la planta pública y la
proliferación de la tercerización laboral en la UN, que no sólo ha significado
un aumento en los niveles de corrupción, sino que ha servido para echarle
tierra a uno de los estamentos que componen la identidad de la universidad.
El
propósito de la ministra Campo y el gobierno Santos se ha venido consumando.
Del descarado aumentó presupuestal que ni siquiera cubre el 2% del déficit
presupuestal que tienen las universidades ante la desfinanciación por parte del
estado, a la UN no le corresponde ni el 5%. El gobierno nacional viene acabando
con la Universidad Nacional de Colombia, y digámoslo claramente: el rector y el
vicerrector han sido cómplices por acción y sobretodo por omisión de la
sepultura de lo público en la universidad pública más grande y emblemática del
país.
Ni la
entrada de la policía, ni poner a los estamentos a matarse a golpes, ni gastar
más de 400 millones de pesos en una vergonzosa "policía
universitaria", ni la difamación de los trabajadores, NI MUCHO MENOS LA
COMPLICIDAD CON LA PROPUESTA DE CANCELAR EL SEMESTRE ACADEMICO HECHA POR LA
MINISTRA DE EDUCACIÓN, son respuestas dignas de una dirección universitaria.
La
única solución posible desde antes del conflicto anunciado debió ser el diálogo
y honrar la palabra que la misma administración de la UN había empeñado con los
trabajadores.
Todo
esto es un llamado, al menos a aquellos que sienten la universidad como el
hogar de la inteligencia, la cultura y la creación. Nuestra conciencia crítica
nacional, para que volvamos a pensar la universidad.
Lo más
grave de lo que está pasando en la UN no son ni siquiera todos sus problemas ya
probados y en ascenso. Ni siquiera la permanente negligencia de las directivas
universitarias. Lo más grave que le está pasando a la UN, es la aparia de una
comunidad que debería tener como única prohibición, la indiferencia.
*Jairo
Andrés Rivera H.
Estudiante de la UN
Vocero de la MANE
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