La
situación de miles de maestros y maestras se encuentra, entonces, en un punto
cumbre en el que hay que reconocer varias aristas. Primero que una cosa es el
magisterio y otra muy distinta es la dirigencia del sindicato, lo que quiere
decir más concretamente que existe un importante sector del magisterio que
cuestiona y que expresa gran apatía a la manera como Fecode ha conducido el
sindicato en los últimos años.
Emilse
Galvis
El ambiente político que se ha puesto en escena en
los últimos meses en el país ha revelado con contundencia el inconformismo de
cientos de campesinos, trabajadores, jóvenes, estudiantes y maestros que
expresan un total desacuerdo con las medidas económicas y políticas que se han
impulsado por parte de los últimos gobiernos, en especial el gobierno
neo-liberal del presidente Santos, gobierno sobre el cual, tal y como afirmó
William Ospina “Se diría que es injusto que (…) padezca la herencia de todas
las crisis acumuladas. Pero [justamente] este presidente ha sido parte de todos
los gobiernos anteriores: ¿cómo no va a ser justo que le toquen las
consecuencias?”1.
Justicia es un término ambiguo en este caso, pero
lo cierto es que el gobierno de Santos no es un gobierno pasivo ante las causas
del inconformismo que va tomando cada vez más fuerza y consistencia en el país.
Además, lo que es claro hasta ahora es que el panorama político de los últimos
meses ha revelado, por un lado, mayores fisuras en el gobierno en cuanto a su
plan de “desarrollo” y, por otro lado, ha hecho emerger nuevas y mayores
posibilidades para que algunos asuman esta inconformidad y la lleven a las
calles a través de bloqueos, paros, cacerolazos, protestas callejeras y otras
formas de expresión. Ahora bien, esta situación -y es en lo que quiero
enfatizar- ha repercutido en el magisterio con ciertas variantes.
Para muchos, más allá de sorprender, lo que pasó
con el paro de maestros la semana pasada puso en evidencia lo que el mismo
presidente dijo al celebrar el acuerdo con los negociadores de Fecode: “Estamos
en el mismo bote, navegando en la misma dirección”2. Si fue tal el acuerdo, el
paro claramente no tendría fuerza ni duración pues los profesores regresaron
rápidamente a las aulas y, a diferencia del paro agrario que se consolidó como
uno de los movimientos políticos más relevantes en los últimos años en el país,
lo que pasó con el paro de maestros fue una mera “lluvia espantabobos”.
Siguiendo con la afirmación de Santos lo que parece más sospechoso es
precisamente a quiénes se refiere con ese “estamos” porque de entrada no parece
contar con la mayoría de maestros que no se ajustan ni a los objetivos
limitados del gobierno, ni a las reducidas demandas de los representantes del
sindicato que vendieron sin más -sin descaro y sin vergüenza- el paro de
maestros.
La situación de miles de maestros y maestras se
encuentra, entonces, en un punto cumbre en el que hay que reconocer varias
aristas. Primero, que una cosa es el magisterio y otra muy distinta es la
dirigencia del sindicato, lo que quiere decir más concretamente que existe un
importante sector del magisterio que cuestiona y que expresa gran apatía a la
manera como Fecode ha conducido el sindicato en los últimos años. En este
sentido, la crítica de los maestros es legítima pero se puede ampliar mucho más
si profundizamos en el debate alrededor del carácter de las organizaciones
gremiales del país. Es evidente que en las últimas décadas el sindicalismo en
Colombia ha sido blanco de una sistemática política de persecución y exterminio
por parte del Estado3. También es cierto que las distintas reformas educativas
y laborales han afectado las formas organizativas de los maestros si pensamos
por ejemplo en el aumento de colegios por concesión y de convenio que ha
impedido que cientos de maestros puedan participar de manera activa en la vida
sindical o política. Estas medidas no solo han tenido una manifestación directa
en el plano material (mayor pobreza y explotación para la clase trabajadora),
sino que también han repercutido en el debilitamiento de las organizaciones
sindicales en el sentido en el que han dejado de ser organizaciones para la
lucha y han privilegiado de manera consciente (o inconsciente) la política de
los acuerdos, el dialogo, la concertación, las prebendas, el clientelismo, la
politiquería etc.
Segundo, es también preocupante que en este efímero
paro no se hayan puesto en discusión los problemas centrales de la educación
básica y secundaria que revelan de manera concentrada los problemas
estructurales del sistema educativo colombiano. La mayor mercantilización de la
educación y su adecuación para la resolución de las necesidades del capital
local y extranjero es más evidente en la formación básica, pues es de ahí de
donde emerge gran parte de la mano de obra “no calificada” o “semicalificada”
para las grandes empresas. Además se ha puesto en marcha la fórmula de
racionalización de los gastos que ha implicado un aumento de cobertura con la
misma infraestructura que afecta de manera directa el aprendizaje. Sin lugar a
dudas, estas medidas han estado ligadas al modelo de privatización neo-liberal
que para el caso de la educación básica y media se ha profundizado, como hemos
dicho, mediante la construcción de colegios por concesión y convenio que se
ajustan a la lógica de subsidio a la demanda y no a la oferta. Esto ha
implicado que la responsabilidad de la educación se traslade del Estado hacia
las familias quienes asumen la mayor parte de los gastos.
Lo anterior se conecta con un tercer punto que
tiene que ver con el aumento de la deserción escolar. En un reciente artículo
publicado en El Colombiano, a propósito de este tema, se afirma que en Colombia
el 50% de los jóvenes abandona la educación secundaria4. Este alto índice de
deserción, que no es contemplado por las cifras de cobertura del MEN, no puede
más que suscitar preguntas: ¿Cuál es la situación actual de los jóvenes en el
país? ¿Por qué los jóvenes dejan de estudiar? ¿Cuáles son las respuestas del
gobierno y de los sindicatos del magisterio a esta preocupante situación? En
efecto, la situación de los jóvenes es uno de los elementos cruciales a la hora
de hablar de las diversas y múltiples problemáticas en las que se encuentra el
país en términos de educación. El problema en términos generales parece ir más
allá de un mero juicio de valor según el cual los jóvenes se la pasan perdiendo
el tiempo en las redes sociales5 o con sus amigos en diferentes culturas
juveniles; en el fondo el asunto es mucho más complejo que esto si se piensa
por ejemplo en ¿por qué los jóvenes ingresan a la vida laboral tan rápidamente?
¿Por qué muchos tienen hijos antes de los 16 años? y peor aún si cuestionamos
¿cuál es la relación entre la deserción de los jóvenes y un innegable aumento
del consumo de droga en los barrios? En general este tipo de situaciones
despolitizan las vidas los jóvenes en tanto su tiempo no puede estar más que
encaminado a la vida laboral, a la familia o a la dependencia de la droga que
sostiene un complejo microtráfico, sobre todo en las partes periféricas de la
ciudad asociadas con el paramilitarismo y la policía6. Finalmente podemos decir
que los problemas de la educación exceden la escuela, el magisterio o el
sindicato y es precisamente este exceso el que debe tenerse en cuenta a la hora
de pensar en salidas reflexivas y críticas en torno a la situación de la
educación en el país.
***
1http://www.elespectador.com/opinion/sera-sigue-columna-444969
2http://www.lanacion.com.co/index.php/actualidad/item/222321-presidente-santos-celebra-acuerdo-con
-los-educadores
3Ver: Celis Juan Carlos, Valencia León.
Sindicalismo Asesinado. Editorial Debate. Bogotá, 2012.
4http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/E/en_colombia_el_50_por_ciento_de_los_jovenes_abandona_la_
educacion_secundaria/
en_colombia_el_50_por_ciento_de_los_jovenes_abandona_la_educacion_secundaria.asp
5http://www.semana.com/especiales/articulo/asi-jovenes-colombianos/259207-3
6http://www.elespectador.com/noticias/judicial/policias-estarian-involucrados-muerte-del-patrullero-ja-articulo-
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