La
mayoría de universidades públicas de Bogotá como el Colegio Mayor de
Cundinamarca, la Pedagógica, la Distrital y la Nacional han afrontado desde los
últimos años una seria crisis territorial. Lo anterior se encuentra íntimamente
ligado por una parte a la crisis general de presupuesto e infraestructura que
afrontan las universidades públicas del país obligadas a recibir más
estudiantes con las mismas construcciones desgastadas, reduciendo el
presupuesto, profesoras y trabajadoras, lo que lleva al sobrecupo y/o la
necesidad de apertura de nuevos espacios sin garantías, por otra parte, el establecimiento de planes de renovación
urbana en el centro ampliado de la ciudad (que va desde el centro histórico al
centro financiero) y el sector del Salitre, que en entre otras cosas buscan
desplazar a dichos campus, percibidos como foco de desorden público. Así, los
territorios de las universidades estatales se ven bajo la amenaza de la
fragmentación, la venta de edificios y servicios a capitales privados, el
traslado en pésimas condiciones y la marginación urbana.
Un
ejemplo de ello es la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca cuyos terrenos
han sido declarados de utilidad pública, convirtiéndole en la “única
universidad pública del orden nacional que no cuenta con planta física propia”
como lo ha manifestado el rector Miguel Augusto García Bustamante. Se mantiene
la situación de incertidumbre fruto del Plan de Ampliación del Museo Nacional
contemplado en el Plan de Ordenamiento Territorial, ampliación a la que en principio
nadie se opone, pero que implica un azaroso traslado de la sede universitaria,
que el Ministerio de Educación no se ha molestado en resolver con seriedad
ofreciendo espacios alternativos muy inferiores a las necesidad de las
institución, esta situación llevo a la movilización de las estudiantes del
plantel en el segundo semestre de 2009.
También
en la Universidad Pedagógica Nacional esto se expresa en dos modalidades: Por
un lado, la dinámica de crecimiento por fuera del campus que lleva al traslado
de muchas dependencias de la Facultad de Artes, la Licenciatura en Educación
Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos y hasta la misma rectoría, y por
otro lado, el plan de trasladar la sede principal de la calle 72 situada en
pleno corazón financiero de la ciudad a los predios de Valmaría ubicados en el
norte de la capital donde ya han sido trasladadas las estudiantes de la
Licenciatura en Educación Física, en medio de casetas pre-fabricadas y un
terreno pantanoso sin los escenarios indispensables para este programa
académico.
Este
mismos fenómeno se presenta en la Universidad Nacional, donde la situación se
expresa de varias maneras: Por un lado, tenemos el proyecto de traslado
paulatino de los animales de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia a
Marengo, la finca experimental que la Universidad tiene en Mosquera, este
proyecto que se convirtió en una de las razones que llevaron al paro
estudiantil en esta facultad en el primer semestre de 2011. De igual manera
está el proyecto de acondicionamiento de edificaciones externa al campus,
como la Casa Gaitán, que a través de un
traslado de oficinas y dependencias administrativas pretende separar cada vez
más los cuerpos administrativos del espacio mismo de la universidad para
garantizar la continuidad de las funciones en las recurrentes situaciones de
anormalidad generadas en el campus. Finalmente, el proyecto de Renovación
Urbana del CAN impulsado por el gobierno nacional que contempla la expropiación del mil veces
aplazado Hospital Universitario Santa Clara, así como las unidades
administrativas Camilo Torres y Uriel Gutiérrez
(antiguas residencias estudiantiles), situación que ha captado la
atención del movimiento estudiantil y parte de su movilización durante todo
este año.
Todo
esto opera en medio de una dinámica común de privatización en la que entes
particulares entran a operar con fin de lucro los inmuebles y servicios de las
universidades tales como escenarios culturales y deportivos, cafeterías,
fotocopiadoras; de precarización en las que muchas estudiantes necesitadas de
dinero, enfrentados a las dificultades de un empleo basura y afectados por la
falta de políticas integrales de bienestar universitario montan chazas o
pequeños puestos de ventas que proliferan en el campus; de descomposición
orquestada por grupos de comerciantes auspiciados por el paramilitarismo
operando en redes de micro trafico
escudándose en la extraterritorialidad universitaria y enrareciendo los
espacios de recreación; y la creciente “securitización” en la que las
administraciones refuerzan sus sistemas
de control sobre la comunidad universitaria contratando cuestionadas empresas
de seguridad privada con trabajadoras tercerizadas y sin vínculos con la
universidad, empleando medios coactivos como la vigilancia con perros y
caballos, costosísimas cámaras de
seguridad, políticas de seguridad que cierran los campus a la comunidad
territorial y los convierten en fortalezas protegidas frente “a los peligros
del mundo no universitario”, como lo expresan los planes de instalación de
torniquetes electrónicos en las entradas, a semejanza de las universidades
privadas.
La
crisis territorial lleva así dos tipos de respuesta: La vía neoliberal impuesta
por el gobierno y los empresarios a las autoridades educativas, que busca
consumar la ruptura de la unidad territorial de los campus y su desplazamiento
a espacios apartados que lo excluyan de las principales dinámicas de la ciudad,
en medio de la privatización, la precariedad y el control policivo de los
mismos, o la vía de defensa de los bienes públicos por la que aun sin mucha
claridad luchamos las estudiantes, por una universidad con una buena
infraestructura y campus unitarios que potencien la acción colectiva, integrada
a las principales actividades de la ciudad al vincularse con las trabajadoras, los sectores sociales y
el pueblo en general en medio de programas amplios e integrales de bienestar
universitario y seguridad comunitaria bajo el control de estudiantes,
profesoras y trabajadoras.
Grupo
Estudiantil Anarquista GeA
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