sábado, 29 de junio de 2013

Ponencia Mesa Distrital de Artes

Libertad de expresión
"El derecho de libre expresión cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de prensa cuando nadie está dispuesto a formular preguntas importantes, el derecho a la reunión cuando no hay protesta... Por falta de uso, pueden llegar a convertirse en poco más que objetos votivos. Los derechos y las libertades o se usan o se pierden".
Carl Sagan.

Hacer relativa la libertad de expresión, es casi tan absurdo como condicionar nuestro derecho a la vida. Podemos hablar del tema y entrar en debate, pero eso no nos autoriza para decidir bajo qué condiciones una persona puede expresar su opinión. No vinimos acá para hacer el papel de jueces y mucho menos de verdugos, sino para ejercer la libertad que hoy nos convoca. Nuestra presencia tiene como fin, mostrar cuan reprochable es brindarle atención a un personaje como este, cuando la universidad, académica y estructuralmente, se nos está cayendo a pedazos.
La libertad es algo de lo que nos gusta hablar y como artistas, o estudiantes de arte, usamos mecanismos de expresión con regularidad. Sin embargo, nos gustaría llamar la atención sobre el siguiente hecho: la opinión libre ha sido violentada en esta universidad desde hace mucho tiempo; como estudiantes, hemos sufrido una estigmatización social, ante la cual, nuestra academia ha guardado absoluto silencio. ¿Por qué no hay foros sobre libertad de expresión cuando las águilas negras amenazan a estudiantes y docentes, por el simple hecho de pertenecer a un movimiento o sindicato? ¿O cuando a Miguel Ángel Beltrán, docente de esta universidad, lo enviaron injustamente a la cárcel durante dos años por las investigaciones que publicó? ¿Por qué en lugar de recibir apoyo en las jornadas de “pinta la nacho”, hubo la intención de generar procesos disciplinarios en contra de los estudiantes? ¿Por qué nadie habla de libre expresión cuando pintamos el CAN, la escuela de cine, la de artes plásticas o la de diseño gráfico, para decir que no estamos de acuerdo con la situación de nuestra facultad?
Es curioso, pero se necesita que alguien censure para que la universidad decida tocar el tema. Paradójicamente, ustedes como directivas se ponen del lado de quien acalla y no de la gente a la que están callando. “La guerra de la mancha gris”, el proyecto de blanquear las paredes, y este sujeto que hoy nos convoca aquí, son solo unos cuantos ejemplos. Hecho este señalamiento, quisiéramos decir a ustedes, y a toda la universidad, qué pensamos del derecho a la libre expresión.
Empecemos por hablar de libertad. Esa palabra, que encierra uno de los ideales más profundos de la humanidad, no puede verse desde un punto de vista restrictivo. Mi libertad no termina donde comienza la libertad del otro, sino empieza y se potencia allí, donde nace la libertad de él, y de todos los demás. Ustedes compañeros, son parte nuestra libertad, y solo en la medida en que su libertad se amplíe, nosotros ampliaremos la nuestra a niveles infinitos.
En el acto de expresarse existe la libertad, puesto que la expresión es sólo uno de sus aspectos. Opinar libremente hace parte de ser libre, por tanto, debo ver la opinión de las demás personas como una posibilidad y no como un problema. La declaración universal de los derechos humanos dice: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Consideramos que, si bien es cierta la necesidad de algunas garantías para poder hablar, es en la opinión de las otras personas y en el debate con ellas, que nuestras percepciones tienen la posibilidad de ampliarse.
Ahora, existen distintas formas de ejercer la libertad de expresión. En nuestra universidad, debido a la falta de espacios efectivos de diálogo, la pared ha sido vista como un medio para hacer uso de este derecho. Allí, cualquier persona puede decir lo que se le venga en gana; de eso se trata la libertad. Y como la opinión de alguien más no es un límite, sino una posibilidad, el espacio se presta para ejercer un diálogo permanente, potenciándola de manera constante. Ahí, en ese punto, es donde las paredes de la universidad constituyen su objetivo estético.
Contrario a lo manifestado en los últimos meses, la estética dista de ser un juicio de valor para medir los aspectos exteriores de una composición artística. "La estética es la eficacia o efectividad en la comunicación; es decir, el seleccionar el lenguaje y las condiciones propicias para conseguir los efectos que se persiguen, cuando se ponen en juego para compartir: significaciones, sentidos o ambos al mismo tiempo. El peor error que se comete, es equiparar el concepto a la belleza, pues ésta es cambiante con el tiempo, y depende de la historia personal, grupal y social, así como de la cultura, la ideología y muchos otros factores” (Medellín, Fabio. Estética y Creatividad. 2011).
El concepto de estética, mal utilizado, puede fundamentar la exclusión de una obra con base en su apariencia. Gracias a esa idea, alguien puede apropiarse del discurso del arte para excluir y no para abrir el espectro de su influencia. Sin embargo, la estética es una idea mucho más compleja, y se refiere a la capacidad que tiene una obra de comunicarse con su espectador. Somos conscientes de que en el ejercicio de la libre expresión, se han perdido habilidades comunicativas; esto ha llevado a que el objetivo estético de la pared se deteriore con el tiempo. Una pinta, un mural, un rayón, a veces no significa nada para quien lo observa y no es porque lo ignore, sino porque la obra ha dejado de comunicarse con esta persona.
Según Armando Silva el graffiti es “un tipo de comunicación bien cualificado. No posee un emisor reconocido, no se dirige a nadie en particular, no concede ninguna garantía en su elaboración, su permanencia y ni siquiera en cuanto a sus efectos. (...) Además, como todo resultado social, el graffiti se alimenta de momentos históricos y sus anónimos ejecutores son los agentes que, poseedores de ciertas características personales o grupales, materializan por medio de escrituras ocasionales anhelos o frustraciones de una colectividad. Esta situación hace que el programa general de la producción de este género comunicativo adquiera real importancia, pues en su fondo se ocultan inquietantes hechos que delatan, no sólo un comportamiento cada vez más extendido y usado entre nosotros, sino que prácticamente el hecho de que tenga que emplearse, unido a sus referentes expresos o latentes, revelan, decimos, un apreciable caudal de información y comunicación de la vida urbana con variadas funciones.”
El problema fundamental es que algunos sectores de nuestra comunidad instrumentalizan el arte en sus distintas formas. Ustedes ven el arte como una herramienta, no como un catalizador de transformaciones profundas. Hasta que no se deshagan de esa idea y entiendan que el discurso y su capacidad comunicativa es también revolución, la incidencia de sus acciones quedará invisibilizada.
No queremos decir que en las paredes de la universidad no haya un debate por desarrollar, sino que la falta de habilidad comunicativa y creativa, puede vaciar estos lugares del significado que en realidad pueden tener. Ante la incapacidad institucional de crear espacios de opinión, nuestros muros constituyen un lugar abierto para el diálogo. Todos podemos participar de él; sin embargo, es necesario entender que la comunicación de nuestros mensajes no puede estar exenta de respuesta. De hecho, la libertad la justifica e incentiva, pues con base en esta, el discurso se complejiza y tiene la oportunidad de transformarse. Por tanto un muro es un espacio de construcción colectiva, en el que como seres humanos, tenemos la oportunidad de potenciarnos a partir de la opinión del otro.
Por otra parte, debemos entender que en nuestro universo complejo, una acción repercute en diferentes dimensiones. El hecho de que una postura sea clara para su exponente, no significa que esta represente lo que él plantea. Por ejemplo, el debate del espacio público que establece el Señor Rayón, supera la dimensión de su discurso, y legitima, quiéralo o no, una realidad supremamente dañina para la población que "defiende".
Hablar del espacio público es hablar de lo público en sí mismo. En un lugar que pertenece a la ciudadanía, se ven reflejadas las dinámicas socioculturales que la determinan y la prioridad con que se administran los recursos públicos de su nación. Entrar en el terreno de lo público es ejercer la apropiación de lo común, y a partir de ahí, generar reflexiones frente a lo que nos pertenece como colectivo.
Si su idea es ir en contra del abuso de lo público, la discusión debería centrarse en otros hechos que sí afectan la supervivencia del espacio que nos pertenece. ¿Han hablado ustedes de la desfinanciación que tiene a las universidades públicas a punto de venirse abajo? ¿Dijeron algo cuando el rector de esta academia, aún sabiendo de la crisis de financiación, gastó alrededor de ciento cincuenta millones de pesos en la remodelación de su oficina? ¿Se manifestaron cuando el CSU eligió a ese señor de una manera antidemocrática?, hecho que ocurre en otras universidades; ¿Por qué este debate no se dio cuando a sus compañeros los tenían amenazados de muerte, por defender la educación pública? Es más, ¿por qué hacen este debate? ¿Han siquiera pensado en lo profundo del problema que es cerrar la universidad los viernes, tal como afirma vicerrectoría, con respecto a la reubicación de las clases en medio de la crisis en infraestructura? no hemos dimensionado que el territorio de la universidad los viernes en la tarde no sólo le pertenece a los jíbaros. Es importante hacernos la crítica como comunidad educativa por no ser capaces de empoderarnos de nuestro territorio y ejercer acciones concretas para solucionar las problemáticas.
Mientras centramos nuestra atención en una falsa coyuntura, los problemas que amenazan a la universidad y el país, quedan de lado a razón de una protesta contradictoria en su planteamiento. En aras de defender lo público, el proyecto Señor Rayón, plantea un debate que desvía la atención de las dificultades reales que atraviesa nuestra universidad. Comunicativamente su proyecto tiene una falla, sus acciones sostienen un discurso muy distante de eso que quieren plantear. Ustedes no están defendiendo lo público, ustedes están sirviendo de cortina de humo para una institución que reprime, a nivel práctico, todo lo que ese proyecto busca defender.

El ejercicio de la libre expresión consta de hallar en la voz de las demás personas, una verdad ampliada de lo que soy. La libertad en lugar de ser coaccionada, tiene que permitirnos expandir las fronteras de nuestra opinión. Por esta razón, les solicitamos a ustedes evaluar sus alcances con base en los argumentos aquí planteados, para que de ser posible, abran el marco de sus intenciones y nos ayuden a defender esta humanidad llena de sobresaltos e injusticias. Nos da lástima que este debate se dé a raíz de unos hechos tan superfluos, y no a partir de sucesos que sí comprometen la libre expresión. Queremos pensar que en algún momento, la muerte de cuatro manifestantes en Norte de Santander, los “falsos positivos judiciales”, como es el caso del compañero Carlos Lugo, preso por sus composiciones musicales; el asesinato del graffitero Diego Felipe Becerra, la desaparición en el Amazonas de nuestras compañeras Norma Milena Torres y Audrey Salazar Perdomo, o lo que implica la militarización de las universidades públicas, serán motivos para crear un espacio como este, donde no hablaremos de la legitimidad de las paredes blancas, sino del problema de los blancos legítimos. Sin embargo, mientras llegan esos días, seguiremos ejerciendo el derecho a la libre expresión para defender nuestro derecho a la vida.

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