Libertad
de expresión
"El
derecho de libre expresión cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de
prensa cuando nadie está dispuesto a formular preguntas importantes, el derecho
a la reunión cuando no hay protesta... Por falta de uso, pueden llegar a
convertirse en poco más que objetos votivos. Los derechos y las libertades o se
usan o se pierden".
Carl
Sagan.
Hacer
relativa la libertad de expresión, es casi tan absurdo como condicionar nuestro
derecho a la vida. Podemos hablar del tema y entrar en debate, pero eso no nos
autoriza para decidir bajo qué condiciones una persona puede expresar su
opinión. No vinimos acá para hacer el papel de jueces y mucho menos de
verdugos, sino para ejercer la libertad que hoy nos convoca. Nuestra presencia
tiene como fin, mostrar cuan reprochable es brindarle atención a un personaje
como este, cuando la universidad, académica y estructuralmente, se nos está
cayendo a pedazos.
La
libertad es algo de lo que nos gusta hablar y como artistas, o estudiantes de
arte, usamos mecanismos de expresión con regularidad. Sin embargo, nos gustaría
llamar la atención sobre el siguiente hecho: la opinión libre ha sido
violentada en esta universidad desde hace mucho tiempo; como estudiantes, hemos
sufrido una estigmatización social, ante la cual, nuestra academia ha guardado
absoluto silencio. ¿Por qué no hay foros sobre libertad de expresión cuando las
águilas negras amenazan a estudiantes y docentes, por el simple hecho de
pertenecer a un movimiento o sindicato? ¿O cuando a Miguel Ángel Beltrán,
docente de esta universidad, lo enviaron injustamente a la cárcel durante dos
años por las investigaciones que publicó? ¿Por qué en lugar de recibir apoyo en
las jornadas de “pinta la nacho”, hubo la intención de generar procesos
disciplinarios en contra de los estudiantes? ¿Por qué nadie habla de libre
expresión cuando pintamos el CAN, la escuela de cine, la de artes plásticas o
la de diseño gráfico, para decir que no estamos de acuerdo con la situación de
nuestra facultad?
Es
curioso, pero se necesita que alguien censure para que la universidad decida
tocar el tema. Paradójicamente, ustedes como directivas se ponen del lado de
quien acalla y no de la gente a la que están callando. “La guerra de la mancha
gris”, el proyecto de blanquear las paredes, y este sujeto que hoy nos convoca
aquí, son solo unos cuantos ejemplos. Hecho este señalamiento, quisiéramos
decir a ustedes, y a toda la universidad, qué pensamos del derecho a la libre
expresión.
Empecemos
por hablar de libertad. Esa palabra, que encierra uno de los ideales más
profundos de la humanidad, no puede verse desde un punto de vista restrictivo.
Mi libertad no termina donde comienza la libertad del otro, sino empieza y se
potencia allí, donde nace la libertad de él, y de todos los demás. Ustedes
compañeros, son parte nuestra libertad, y solo en la medida en que su libertad
se amplíe, nosotros ampliaremos la nuestra a niveles infinitos.
En el
acto de expresarse existe la libertad, puesto que la expresión es sólo uno de
sus aspectos. Opinar libremente hace parte de ser libre, por tanto, debo ver la
opinión de las demás personas como una posibilidad y no como un problema. La
declaración universal de los derechos humanos dice: "Todo individuo tiene
derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser
molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones
y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier
medio de expresión". Consideramos que, si bien es cierta la necesidad de
algunas garantías para poder hablar, es en la opinión de las otras personas y
en el debate con ellas, que nuestras percepciones tienen la posibilidad de ampliarse.
Ahora,
existen distintas formas de ejercer la libertad de expresión. En nuestra
universidad, debido a la falta de espacios efectivos de diálogo, la pared ha
sido vista como un medio para hacer uso de este derecho. Allí, cualquier
persona puede decir lo que se le venga en gana; de eso se trata la libertad. Y
como la opinión de alguien más no es un límite, sino una posibilidad, el
espacio se presta para ejercer un diálogo permanente, potenciándola de manera
constante. Ahí, en ese punto, es donde las paredes de la universidad constituyen
su objetivo estético.
Contrario
a lo manifestado en los últimos meses, la estética dista de ser un juicio de
valor para medir los aspectos exteriores de una composición artística. "La
estética es la eficacia o efectividad en la comunicación; es decir, el
seleccionar el lenguaje y las condiciones propicias para conseguir los efectos
que se persiguen, cuando se ponen en juego para compartir: significaciones,
sentidos o ambos al mismo tiempo. El peor error que se comete, es equiparar el
concepto a la belleza, pues ésta es cambiante con el tiempo, y depende de la
historia personal, grupal y social, así como de la cultura, la ideología y
muchos otros factores” (Medellín, Fabio. Estética y Creatividad. 2011).
El
concepto de estética, mal utilizado, puede fundamentar la exclusión de una obra
con base en su apariencia. Gracias a esa idea, alguien puede apropiarse del
discurso del arte para excluir y no para abrir el espectro de su influencia.
Sin embargo, la estética es una idea mucho más compleja, y se refiere a la
capacidad que tiene una obra de comunicarse con su espectador. Somos
conscientes de que en el ejercicio de la libre expresión, se han perdido
habilidades comunicativas; esto ha llevado a que el objetivo estético de la
pared se deteriore con el tiempo. Una pinta, un mural, un rayón, a veces no
significa nada para quien lo observa y no es porque lo ignore, sino porque la
obra ha dejado de comunicarse con esta persona.
Según
Armando Silva el graffiti es “un tipo de comunicación bien cualificado. No
posee un emisor reconocido, no se dirige a nadie en particular, no concede
ninguna garantía en su elaboración, su permanencia y ni siquiera en cuanto a
sus efectos. (...) Además, como todo resultado social, el graffiti se alimenta
de momentos históricos y sus anónimos ejecutores son los agentes que,
poseedores de ciertas características personales o grupales, materializan por
medio de escrituras ocasionales anhelos o frustraciones de una colectividad.
Esta situación hace que el programa general de la producción de este género
comunicativo adquiera real importancia, pues en su fondo se ocultan
inquietantes hechos que delatan, no sólo un comportamiento cada vez más
extendido y usado entre nosotros, sino que prácticamente el hecho de que tenga
que emplearse, unido a sus referentes expresos o latentes, revelan, decimos, un
apreciable caudal de información y comunicación de la vida urbana con variadas
funciones.”
El
problema fundamental es que algunos sectores de nuestra comunidad instrumentalizan
el arte en sus distintas formas. Ustedes ven el arte como una herramienta, no
como un catalizador de transformaciones profundas. Hasta que no se deshagan de
esa idea y entiendan que el discurso y su capacidad comunicativa es también
revolución, la incidencia de sus acciones quedará invisibilizada.
No
queremos decir que en las paredes de la universidad no haya un debate por
desarrollar, sino que la falta de habilidad comunicativa y creativa, puede
vaciar estos lugares del significado que en realidad pueden tener. Ante la
incapacidad institucional de crear espacios de opinión, nuestros muros
constituyen un lugar abierto para el diálogo. Todos podemos participar de él;
sin embargo, es necesario entender que la comunicación de nuestros mensajes no
puede estar exenta de respuesta. De hecho, la libertad la justifica e
incentiva, pues con base en esta, el discurso se complejiza y tiene la
oportunidad de transformarse. Por tanto un muro es un espacio de construcción
colectiva, en el que como seres humanos, tenemos la oportunidad de potenciarnos
a partir de la opinión del otro.
Por
otra parte, debemos entender que en nuestro universo complejo, una acción
repercute en diferentes dimensiones. El hecho de que una postura sea clara para
su exponente, no significa que esta represente lo que él plantea. Por ejemplo,
el debate del espacio público que establece el Señor Rayón, supera la dimensión
de su discurso, y legitima, quiéralo o no, una realidad supremamente dañina para
la población que "defiende".
Hablar
del espacio público es hablar de lo público en sí mismo. En un lugar que
pertenece a la ciudadanía, se ven reflejadas las dinámicas socioculturales que
la determinan y la prioridad con que se administran los recursos públicos de su
nación. Entrar en el terreno de lo público es ejercer la apropiación de lo
común, y a partir de ahí, generar reflexiones frente a lo que nos pertenece
como colectivo.
Si su
idea es ir en contra del abuso de lo público, la discusión debería centrarse en
otros hechos que sí afectan la supervivencia del espacio que nos pertenece.
¿Han hablado ustedes de la desfinanciación que tiene a las universidades
públicas a punto de venirse abajo? ¿Dijeron algo cuando el rector de esta
academia, aún sabiendo de la crisis de financiación, gastó alrededor de ciento
cincuenta millones de pesos en la remodelación de su oficina? ¿Se manifestaron
cuando el CSU eligió a ese señor de una manera antidemocrática?, hecho que
ocurre en otras universidades; ¿Por qué este debate no se dio cuando a sus compañeros
los tenían amenazados de muerte, por defender la educación pública? Es más,
¿por qué hacen este debate? ¿Han siquiera pensado en lo profundo del problema
que es cerrar la universidad los viernes, tal como afirma vicerrectoría, con
respecto a la reubicación de las clases en medio de la crisis en
infraestructura? no hemos dimensionado que el territorio de la universidad los
viernes en la tarde no sólo le pertenece a los jíbaros. Es importante hacernos
la crítica como comunidad educativa por no ser capaces de empoderarnos de
nuestro territorio y ejercer acciones concretas para solucionar las
problemáticas.
Mientras
centramos nuestra atención en una falsa coyuntura, los problemas que amenazan a
la universidad y el país, quedan de lado a razón de una protesta contradictoria
en su planteamiento. En aras de defender lo público, el proyecto Señor Rayón,
plantea un debate que desvía la atención de las dificultades reales que
atraviesa nuestra universidad. Comunicativamente su proyecto tiene una falla,
sus acciones sostienen un discurso muy distante de eso que quieren plantear.
Ustedes no están defendiendo lo público, ustedes están sirviendo de cortina de
humo para una institución que reprime, a nivel práctico, todo lo que ese
proyecto busca defender.
El
ejercicio de la libre expresión consta de hallar en la voz de las demás
personas, una verdad ampliada de lo que soy. La libertad en lugar de ser
coaccionada, tiene que permitirnos expandir las fronteras de nuestra opinión.
Por esta razón, les solicitamos a ustedes evaluar sus alcances con base en los
argumentos aquí planteados, para que de ser posible, abran el marco de sus
intenciones y nos ayuden a defender esta humanidad llena de sobresaltos e
injusticias. Nos da lástima que este debate se dé a raíz de unos hechos tan superfluos,
y no a partir de sucesos que sí comprometen la libre expresión. Queremos pensar
que en algún momento, la muerte de cuatro manifestantes en Norte de Santander,
los “falsos positivos judiciales”, como es el caso del compañero Carlos Lugo,
preso por sus composiciones musicales; el asesinato del graffitero Diego Felipe
Becerra, la desaparición en el Amazonas de nuestras compañeras Norma Milena
Torres y Audrey Salazar Perdomo, o lo que implica la militarización de las
universidades públicas, serán motivos para crear un espacio como este, donde no
hablaremos de la legitimidad de las paredes blancas, sino del problema de los
blancos legítimos. Sin embargo, mientras llegan esos días, seguiremos
ejerciendo el derecho a la libre expresión para defender nuestro derecho a la
vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario