viernes, 28 de junio de 2013

La Libertad de Expresión a partir de la construcción de lo Público

Ponencia de la Mesa Amplia de la Universidad Nacional en el foro libertad de expresión en la UN
Como Mesa Amplia de la Universidad Nacional – MAUN queremos saludar este espacio agradeciendo la oportunidad que se abre para discutir un tema tan importante para la Universidad Nacional de Colombia, dada su actual condición de crisis. Es para nosotros y nosotras un gusto poder discutir ámpliamente el carácter y el sentido de lo público.
Partimos de un marco conceptual y de acción que para nosotros y nosotras es fundamental: lo público es lo común, ya que se trata del entramado de relaciones sociales que definen y realizan los derechos y el bienestar colectivos. Pero además, si lo público es lo común, entonces le es inherente un carácter diverso, teniendo claro que esta diversidad no está dada por una supuesta sumatoria de individualidades, sino por el carácter social inherente a la humanidad, cargada de múltiples formas de relacionamiento, entre ellas, las conflictividades. Finalmente, el paso de la diversidad a lo común está mediado por una única práctica que es, simultaneamente, su condición necesaria: la democracia. Única y necesaria porque de ella depende que lo público, lo común, sea un proyecto colectivo.
Es por lo anterior que, en múltiples ocasiones y en diversos escenarios, hemos insistido que el carácter colectivo de lo común choca con la idea formal de lo público como el resultado de la suma de voluntades y expectativas individuales. Lo público, entendido como lo común, nos lleva a la superación de criterios individualistas a través del encuentro de mínimos comunes de acción que nos permitan construir y defender, legítimamente, el interés general.
Como consecuencia de dicho marco conceptual, podemos entonces ubicar tres dimensiones de lo público como proceso común. Primero, su dimensión histórica, pues es un proceso en constante construcción, condicionado por el momento social y por los actores que lo componen. Segundo, su dimensión política, en tanto su idea y su realidad expresan un proyecto político de sociedad, es decir, el cómo se entiende y se lleve a cabo lo público es reflejo de un tipo de sociedad y, a su vez, el tipo de sociedad es proyección de la concepción de lo público. Tercero, su dimensión práctica, que se sintetiza en la siguiente pregunta: ¿cómo y quiénes construyen lo público?
Este es nuestro marco general de cómo entendemos y ponemos en práctica el sentido y el carácter de lo público en la Universidad Nacional. Pero nos falta un elemento tan importante como concebir lo público como común, y se trata de lo real, es decir, para hablar hoy de lo público en nuestro campus debemos hablar de su pérdida. Para nosotros y nosotras, como MAUN, abrir la discusión frente a lo público debe partir necesaria y urgentemente por ubicar la pérdida de lo público en la Universidad.
Hoy es evidente que lo público se desdibuja en el marco de una idea de país determinada. La premisa del mercado como regulador de la sociedad, de lo común, se evidencia en la idea gubernamental del mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario. Esta premisa ha sido la que ha reorientado, y sigue reorientando, la discusión de lo público en su relación con el Estado y, por tanto, de las responsabilidades de éste con la Universidad Nacional. Esta lógica ha cedido lo público, lo común, al mercado, o, para ser más precisos, el mercado con su lógica a usurpado lo público: educación, salud, vivienda, tierra, conocimiento, semillas, agua, genómica, etc. Lo público, lo común, expresado en los derechos sociales, lo determinan la oferta, la demanda, la rentabilidad y la eficiencia. Hoy ya no nos podemos referir al sujeto de lo público, sino al cliente de lo “público”.
Para el caso de la educación, este hecho es visible en el cambio de esquemas a la financiación de la educación superior, donde la sinergia entre instituciones y modalidades cede a la competencia por recursos para que las mismas puedan seguir existiendo, o la financiación se desplaza de las instituciones a los clientes mediante la figura del crédito o subsidio a la demanda. Esto desdibuja la autonomía universitaria, como presupuesto específico y fundamental de la Universidad, pues el construir conocimiento y alternativas colectivamente para el conjunto de la sociedad, queda supeditado por la búsqueda permanente y frenética de recursos propios. Así, lo público, lo común, deja de tener una función social general, y la Universidad asume lo público de manera particular, individual, restringida a las expectativas de los consumidores (estudiantes) y de sus beneficiarios (empresas, Estado).
Pero, ¿qué hacemos nosotros y nosotras, como MAUN, hablando de lo público como lo común y su pérdida, en un foro sobre libertad de expresión? Pues bien, ya que el vehículo y el garante de lo común es la democracia, de esta última es parte integrante la libertad de expresión, y en nuestro contexto, la Universidad Nacional, así como en el resto del país, específicamente debemos hablar de la pérdida de libertad de expresión.
En la Universidad Nacional, la pérdida de la libertad de expresión se puede ver en el condicionamiento institucional para el acceso real de los sujetos que integran lo público, lo común, a los medios y canales comunicativos de la institución. Los medios de comunicación existentes no están al servicio del sujeto de lo público, que en nuestro caso se trata de la Comunidad Universitaria. Los medios no son su voz, no son los comunicadores de sus proyectos, no son los comunicadores de sus necesidades, solo son la voz de la institucionalidad y de aquellos que se ajusten a sus parámetros. Ni Prisma-tv, ni UN-radio, ni Carta Uiversitaria, ni UN-periódico, ni el portal web, expresan la situación universitaria, no hablan de la crisis, no hablan de las necesidades y problemáticas de los estamentos que componen la Comunidad Universitaria. Son la voz exclusiva, es decir, excluyente, de una institucionalidad cada vez más ajena a la Universidad misma, que es cada vez más gubernamental.

Por ello, la Comunidad Universitaria, especialmente el estamento estudiantil y laboral, han recurrido a la apropiación de otros mecanismos que les permita recuperar y visibilizar su expresión, su libertad de expresión.
Reconocemos de forma autocrítica que muchas veces estas formas de apropiación para la defensa del carácter público de la universidad se ejercen desde una perspectiva también individualista o particularista, en la que muchas veces prima pintar los salones hasta no dejar un solo rincón con los nombres de las organizaciones, pensando en posicionarse en la referencia de los y las estudiantes priorizando el yo por sobre lo colectivo.
Por otro lado reconocemos que también existe una suerte de autoritarismo por parte de las organizaciones. Esto lo podemos ver manifestado de dos formas. Primero, en ocasiones las formas de expresión de la Comunidad Universitaria se convierten casi que en órdenes que le dicen a quien las lee que debe hacer y no se abren los temas con la intención de invitar a reflexionar y pensar sobre los mismos. En segundo término vemos que muchas veces hay una separación de las formas y los contenidos, donde no existe mucha preocupación por cómo se exponen las cosas pues se supone que por ser correctas la forma es una cosa secundaria.
No obstante a esto, la Comunidad Universitaria históricamente ha generado formas artísticas y culturales con importantes desarrollos en medio de la falta de democracia y la ausencia en la libertad de expresión. Muchos son los grupos de teatro, colectivos muralistas, caricaturistas, etc. que existen y han existido en medio del activismo de la Universidad Nacional. Producto de estos desarrollos ha habido para el país importantes aportes en materia artística y cultural cómo la Escuela Nacional de Caricatura de cuya construcción hicieron parte activistas estudiantiles, entre otros ejemplos.
Los mejores desarrollos en este sentido han sido propuestas profundamente transformadoras que con muchísimos colores e impregnadas por todos lados de alegría creadora distorsionaron la normalidad y la cotidianidad de los espacios. De este entusiasmo revolucionario debe beber el movimiento universitario hoy. Ir en contra de sus propios dogmas y recrearse permanentemente como lo viene haciendo a distintos ritmos desde que existe.
Tanto este proceso de apropiación como la construcción global de libertad de expresión lo vemos desde una concepción en la que al centro del sujeto del derecho se encuentra el colectivo y no el individuo.
La conquista de la libertad de expresión debe superar la idea de que uno es tan libre de dañar las pintas, como el que inicialmente la pintó pues en esta idea supuestamente la libertad de expresión existe y supuestamente el sujeto de ella es fulano o fulana.
La superación de esto debe llevarnos a pensar que el sujeto principal del derecho a la libertad de expresión debe ser la Comunidad Universitaria. Parados sobre una concepción colectiva de los derechos.
Queremos resumir nuestro aporte a la construcción de libertad de expresión en dos cosas:
  • Democratización del acceso a los medios de comunicación de al interior de UN.
  • Oxigenación, replanteamiento y diversificación de las formas comunicativas de la Comunidad Universitaria.

Frente a la construcción de lo común queremos ante todo partir de la siguiente afirmación: nosotros/as somos defensores de lo público, y por tanto luchamos por ello. Normalmente por lo público se entiende lo que nos pertenece a todos pero a ninguno, es decir, lo que le pertenece al Estado. Sin embargo, el Estado no es ni representación ni construcción de todos/as, sino que por el contrario, se encuentra ajeno las necesidades y aspiraciones de la población, es un ente totalmente diferente a todos, por tanto, creemos que la defensa de lo público no es la defensa de la propiedad del Estado en sí mismo.
Para nosotros y nosotras, lo público hay que defenderlo para la construcción de lo común, lo que se construye a partir de la subjetividad colectiva y de las necesidades que, en este caso, como sector estudiantil tenemos. Por eso creemos que la Universidad nos pertenece, no sólo a nosotros como estudiantes, sino a toda la Comunidad Universitaria y debe pertenecer a los sentires y las necesidades de los diferentes sectores del pueblo. Esto es la construcción de lo común.
Por tanto, cuando nos planteamos la defensa de lo público, lo hacemos partiendo de la construcción y apropiación de lo común, del campus universitario y de las relaciones que en él se dan. Entonces, ¿qué es la propiedad común? La propiedad común es una propiedad pública que, en lugar de tener patrones públicos o dueños públicos, es propiedad de sujetos activos y es administrada-organizada por ellos, por tanto nosotros construimos Universidad entendida como territorio común, y además, con la pretensión y la lucha incesante de que seamos nosotros/as como comunidad, las que definamos el rumbo de la Universidad, su sentir y su carácter.
Al referirnos a lo común entonces, hablamos principalmente del ejercicio de los sujetos y las formas en las que estos apropian su territorio. En la Universidad, el movimiento estudiantil históricamente ha utilizado diferentes formas de apropiación del campus, las jornadas culturales, las diferentes movilizaciones, las pintas, los murales, etc.
Estas formas son expresiones de la necesidad de constituir la comunidad universitaria como el actor colectivo que define el rumbo de este, el espacio público-común. Por eso, consideramos que las diferentes formas de manifestación y expresión política que ha asumido históricamente el movimiento estudiantil, tienen como objetivo la apropiación y la construcción de lo común. Por último, enfatizamos en que el carácter de la educación (no entendida de una forma reducida a la academia, sino a la educación como relación constitutiva de la sociedad) debe ser un bien común, en la medida que el conocimiento y la educación como sus contenidos sustanciales son el resultado histórico y acumulado de las prácticas sociales de la comunidad humana, por consiguiente, es inapropiable por los particulares o por las entidades del Estado y no puede ser objeto de intercambio mercantil, definición que le da la MANE en la propuesta de articulado de ley de educación superior.
Defendemos lo público a partir de la apropiación del territorio, de la construcción de lo común, los murales son un elemento de ello, aunque no es lo único que lo define. Hacerlo, es parte de la defensa de lo público, no de la transgresión de las propiedades del Estado, sino de la construcción de las propiedades comunes de la comunidad universitaria.
Consideramos de suma importancia en esa defensa de lo público avanzar hacia una concepción colectiva de los derechos. Debemos dejar de considerar que el problema es "mi libertad de expresión" o "su libertad de expresión", para empezar a pensar que el sujeto principal del derecho no es el individuo sino, en este caso particular, la Comunidad Universitaria. Nos hacemos llamar comunidad universitaria y esto se debe ver reflejado en las luchas constantes por el goce efectivo de estos derechos. Tenemos que trascender la idea de "derechos individuales", ya que sin el reconocimiento del otro como parte esencial de nuestra vida y desarrollo no se puede avanzar en la búsqueda de un bien común, y de la reivindicación de lo público.

Por último decir que la crisis que hoy vive la universidad (que más que ponerla en ideas elevadas hoy se ve desafortunadamente en lo más cotidiano), requiere tanto de una CU cohesionada y no dividida como está hoy, como de la diversidad de la que esta compuesta la universidad para que las distintas expresiones y posiciones que existen confluyen en lo que a todos nos debe ser común: la idea de una Universidad Nacional con excelencia y de cara al país.

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