Por:
Camilo Argoty
Mayo 10
de 2013
El año
pasado, por el mes de octubre, se conformó un grupo en Facebook denominado
“Pintemos la Nacho de blanco”, el cual manifiestaba la intención de que algunos
estudiantes borraran los grafitis que pueblan los muros de la Universidad
Nacional. Este grupo planteaba una justificación basada en la defensa de lo
público y aunque éste no sea un argumento nuevo, tampoco del pasado, es una
consideración recurrente entre algunos estudiantes y vale la pena plantear algunas
impresiones sobre el tema.
Soy
egresado de la Universidad Nacional de Colombia, tengo un posgrado en la
Universidad de los Andes y en mi vida profesional he tenido bastante relación
con universidades públicas y privadas. Cuando comencé mi posgrado en los Andes
me llamaron la atención muchas diferencias con la Nacional. Eran como mundos
aparte. Efectivamente, todo en los Andes es lindo, hay papel higiénico en los
baños y cuando comencé a interactuar con los estudiantes me di cuenta de que
eran muy juiciosos, hacían sus tareas, sacaban buenas calificaciones, etc. Todo
eso me gustó, debo confesarlo.
Sin
embargo, ocurrió algo que me llamó la atención. Hubo una exposición sobre los
50 años de la Universidad de los Andes y, en ella, escuché la grabación de una
entrevista a su primer rector, el señor Mario Laserna. En ella, Laserna decía:
“La razón de fundar la Universidad de los Andes fue el Bogotazo del 9 de abril
de 1948, había que hacer una universidad para la clase dirigente del país”.
Esa
frase me quedó sonando. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Cómo así que
el 9 de abril de 1948 es la razón de fundar una universidad? Tratando de
encontrar una explicación, busqué algunos temas de historia de la Universidad
en Colombia y en el mundo. Encontré que la Universidad Nacional, en la manera
en que la conocemos hoy, viene como consecuencia de las reformas iniciadas por
los presidentes liberales que sucedieron a la hegemonía conservadora en los
años 30. Fue vislumbrada por Rafael Uribe Uribe e iniciada por Alfonso López
Pumarejo, este último célebre por su iniciativa de reforma agraria y otras de
corte progresista. En ese entonces, cuando la población que sabía leer era una
minoría, ingresar a la universidad era un lujo y sólo era costeable por grandes
ricos, la clase dirigente que, en esa época, eran casi todos terratenientes de
ideología conservadora. Eso explica por qué Laureano Gómez, personaje siniestro
o diestro por lo derechista y casi nazi, fue egresado de la Universidad
Nacional en 1909.
Es de
esperar que esos esquemas no cambiaran al momento de la construcción de la
Ciudad Universitaria. Durante los primeros años de esa reforma, la Universidad
Nacional siguió siendo la universidad de la clase dirigente.
¿Qué
ocurre el 9 de abril de 1948? Esa clase dirigente se dio cuenta de que si no se
creaba una clase media importante, las tensiones sociales podrían crear un
ambiente de revolución. Es por eso que el general Gustavo Rojas Pinilla se
esfuerza en realizar reformas como la creación del Instituto de Seguros
Sociales, El aeropuerto El Dorado, la televisión pública, etc. De esa época
data también el primer campenato profesional de fútbol colombiano, en el cual
el Santa Fe, equipo rojo, quedó campeón, tal vez creando una pequeña sensación
de revancha de los liberales por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán.
Lo que
dice Mario Laserna queda entonces claro: la clase dirigente debía abandonar la
Universidad Nacional y desplazarse loma arriba para darle entrada a dicha
universidad a una inmensa masa que estaba exigiendo educación y cultura.
Desde
entonces, la ciudad dejó de ser blanca. Se llenó de los colores y las
expresiones, inicialmente tímidas y luego cada vez más atrevidas, de una gente
que la convirtió en su espacio, como un niño que raya las paredes cuando aún no
ha aprendido a escribir.
Vinieron
entonces las ideologías, la revolución, la plaza central cambió de nombre y
empezó a llamarse Plaza Che. Toda la fauna política del país empezó a
manifestar su presencia con frases como “Venceremos” o “Liberación o Muerte” y
fueron acompañadas de actos de protesta.
Obviamente,
los tiempos van cambiando. Ya las frases de los 60 y 70 empiezan a desgastarse.
Ya no dicen nada nuevo. Lo que antes era aceptable o incluso loable se vuelve
ahora objeto de rechazo. Ante eso, empieza a surgir un nuevo estilo de grafitti
que se inspira en el muralismo de Diego de Rivera, por un lado, y en el grafiti
callejero neoyorkino y europeo, y empieza a construir verdaderas obras de arte.
Las frases de siempre sobreviven, pero junto a ellas surgen estas nuevas
manifestaciones visuales que cada vez se vuelven más elaboradas.
El
fenómeno del grafiti en la universidad no es algo aislado. Viene de la mano con
otras manifestaciones de una clase media que trata de encontrarse y entenderse
a sí misma: los famosos estudiantes eternos –yo me demoré diez años en
graduarme–, los que fuman marihuana en el campus –yo no fumé, aclaro–, los que
juegan ajedrez –yo jugaba, pero mal–, los que bailan colgados de los árboles,
los que hacen grafitis, los que tocan música de Totó la Momposina, loscapuchos,
los que venden minutos, los que venden CD.
Es
común escuchar la frase de que tales o cuales ‘no son estudiantes, sino
personas ajenas a la universidad’. Es verdad, no todos los que fuman marihuana
en el campus son estudiantes de la universidad, no todos los que juegan ajedrez
en el campus son de la universidad, no todos los que bailan colgados de los
árboles son de la universidad, no todos los que hacen grafitis en el campus son
de la universidad, no todos los que tocan música de Totó la Momposina son de la
universidad, no todos los capuchos son de la universidad, no todos los que
venden minutos o CD en el campus son de la universidad. Pero, estos personajes
‘ajenos’ a la universidad también están haciendo uso y se están apropiando de
ella porque es pública.
No
estoy justificando ningún acto de violencia. Sólo quiero llamar la atención
sobre todos los aspectos alrededor de la universidad. Quiero decir que para mí
es infinitamente más agradable pasear por la Universidad Nacional y observar
una juventud inquieta que se hace preguntas y que trata de respondérselas, no
siempre de la mejor manera, que pasar por algunas universidades donde los
estudiantes parecen cortados con el mismo molde, donde no parecen tener
preguntas distintas a ‘¿quién es tu papá?’, ‘¿de qué colegio saliste?’, ‘¿por
qué casi no te veo en Andrés [Carne de Res] o en el Parque [de la 93]?’, ‘¿No
te parece que todo el mundo está yendo de vacaciones a Carolina del Sur?’.
Frases que he escuchado varias veces.
La
iniciativa de pintar de blanco como parte de la dinámica de colores de la
universidad es interesante e incluso importante. Si se trata de una expresión
más, está bien, pero me aterra pensar que la universidad Nacional se convierta
en un montón de sepulcros blanqueados, limpios por fuera y por dentro llenos de
podredumbre. Eso no es agradable, eso no es defender lo público. No queremos
una ciudad blanca que parezca un cementerio.
Es
cierto que se debe rechazar la violencia, pero también es cierto que el
principal deterioro de la universidad no se debe a los capuchos. Se debe al
abandono y a la indiferencia de un Estado que cada día le quita y le quita
recursos a la universidad pública. ¿Cuántos edificios de la ciudad
universitaria requieren reestructuración y restauración, no de paredes sino de
cimientos, muros estructurales, techos, tuberías, pisos, etc.? ¿Cuantos
edificios resistirían, por ejemplo, un temblor de tierra de no muy alta
intensidad? Edificios que son patrimonio nacional requieren un mantenimiento
muy intenso y muy costoso, así nadie les raye sus paredes. ¿Será que con un
presupuesto cada vez más exiguo se podrá evitar el deterioro natural de las
estructuras?
Si
queremos defender lo público, debemos defenderlo integralmente. Identifiquemos
los edificios que se encuentren en peor estado y que necesitan reparación.
Busquemos ayudas y apoyos, por ejemplo, entre egresados. Hagamos rifas, bingos
o cualquier cosa. Que algunos aporten su mano de obra. Después de esto, más de
uno lo pensará dos veces antes de rayar de cualquier manera una pared.
2 comentarios:
me parece muy curioso eso de que después de que los hijos de gente importante salio de la U se empezó a hacer la revolución en todo sentido.
y me parece curiosa porque sucede que los muchachos que quieren las paredes blancas estudian medicina conmigo y una gran parte de ellos hacen parte de familias muy acaudaladas. y realmente me siento muy mal porque el mamerto que de la camara es el representante de medicina-
yo no estoy de acuerdo con ellos porque es una idea absurda pero tampoco estoy de acuerdo con los que rayan por rayar, sin tratar de buscar un buen mensaje o algo que sea realmente relevante.
Es cierto que el principal deterioro de la Universidad se debe a la ausencia de los recursos apropiados para apoyarla. Pero también es cierto que la Universidad debe y en este momento quiere adaptarse a una nueva forma de verse a si misma. Los cambios reales y estructurales que necesita el país no se hacen a través de las paredes, se hacen a través de una profunda academia. Y los estudiantes claro que trascienden esos muros, y no sólo los quieren blancos, sino que también se movilizan para buscar recursos para esos proyectos que necesita la Universidad. El ejemplo más contemporáneo es el poryecto de una estampilla para la Universidad. Que ya está en curso y dando sus primeros pasos. La Universidad blanca NO corresponde a un muro blanqueado. Corresponde a un proceso profundo de repensar la Universidad como un centro que inluye a todos, ricos y pobres con sus diferentes pensamientos. Porque si no hay ricos y pobres, entonces no existe la tan mentada universalidad de la que tanto se ufanan algunos.
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