Ayer nos
encontrábamos en un evento promovido por memoria y palabra, donde se trajeron
desde una mirada distinta problemáticas propias y a veces recurrentes en la
universidad pública, esto es el problema de la autonomía universitaria, el
bienestar, los problemas de persecución al movimiento estudiantil, y entre
palabra y palabra uno se da cuenta que a pesar de que los datos cambien hay una
constante que prevalece: la voluntad del gobierno y de las instancias de
dirección de la universidad de precarizar la Educación superior y desaparecer a
quienes luchan por los derechos que al pueblo se le han negado o se le han
arrebatado.
Conmemorábamos otro
año más después de la masacre del 16 de mayo de 1984, cuando diferentes cuerpos
de policía entraron al campus de la sede Bogotá disparando a mansalva a todo el
que veían; la situación fue originada tras la lucha de estudiantes de la
nacional por evitar que les quitaran de nuevo las residencias universitarias
que habían tratado de arrebatarles a principios de los 80´s, por medio de la
organización de cooperativas estudiantiles. El 11 de mayo fe 1984 un compañero
de esas cooperativas fue encontrado muerto en Cali, se trataba de Chucho León
Patiño, un líder del movimiento estudiantil que se encontraba en el corazón de
todos los universitarios de la nacho; tras la muerte de Chucho los estudiantes
indignados deciden hacer una pedrea en la cual son muchos los hechos confusos
–ya que el gobierno nunca aceptó el hecho y no se hizo la investigación
pertinente- pero se sabe que la policía usó una especie de excusa para irrumpir
en el campus y acabar con la vida de muchos, marcar la vida de otros que
quedaron vivos pero tuvieron que presenciarlo y desaparecer a unos mas; el
accionar de las fuerzas militares después de la acción fue recoger los cuerpos
y heridos en los hospitales para que nadie se enterara del acontecimiento.
El contexto en el que se encontraba el país era el de la persecución política, bajo el gobierno de Belisario Betancourt ya se hacían más evidentes los casos de asesinato y masacre por parte de los cuerpos “legales” y cada vez se profundizaba la política “contra insurgente” que planteaba que cualquiera con discurso de izquierda era un enemigo para el país que había que eliminar; se vivía con el peso y el temor de todas las dictaduras latinoamericanas que exponían el ejemplo de mano dura a nivel mundial, pero con un movimiento social que crecía tras el paro cívico del 77 y en lo estudiantil con el nacimiento de propuestas alternativas mucho mas amenas para los estudiantes ante el recalcitrante izquierdismo que se exponía en la época por parte de la izquierda mas tradicional y conservadora, muy alejado de las intenciones del pueblo y que no daba solución a los problemas propios del sector.
Para contar que la
universidad después de esta masacre no fue la misma ya que se cerró el campus
por un año y al reiniciar clases, los estudiantes no volverían a ver las
residencias ni la cafetería de la universidad, que servía para sobrevivir a
todos aquellos sin recursos tanto de regiones del país como de Bogotá. La lucha
de Chucho León Patiño, de los muertos que no conocemos –por el cinismo del
gobierno- que lucharon en la nacho Bogotá, de todos los caídos por una
educación mejor, por un mundo mejor, no pueden quedar en vano. La invitación
por un lado es que estudien más de la historia de las universidades que están
llenas de ejemplos heroicos de luchadores que hicieron cosas muy bonitas, de
muchos que fueron vilmente asesinados, para recobrar el valor que debería tener
en esta época esos recuerdos, donde todo está por hacer pero tenemos
experiencia de miles de vidas para avanzar y por el otro es a que recojamos
estas experiencias heroicas para llevar ahora el bastón de la lucha a nivel
nacional.
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