Sobre la Decisión del CSU ante la Designación de Rector en la UN
Hace algunos días, durante la consulta institucional, recibí el reclamo de una compañera acerca del hecho de “hacer campaña durante la consulta por algún candidato”, señalando dicha acción como violatoria del proceso[1]. Además, la compañera insistía en que en tanto representante estudiantil, no podía asumir posición pues la comunidad estudiantil se encontraba dividida. A partir de ello, decidí elaborar este escrito.
Habrá que decir, antes de entrar en el asunto que quiero tratar, que un representante estudiantil no es un ser neutral – dicha pretensión es fútil -, que tiene una posición política, y puede, como debe, plantearla y debatirla, pues de hecho su papel es contribuir a generar opinión en la comunidad universitaria, contribuir a la construcción de Universidad. Otra discusión es si debe, como hacemos a diario, ceñirse a las definiciones de los espacios colectivos de construcción, definición y deliberación de la Universidad – mesas locales, consejos estudiantiles, coordinadoras y por encima de estos, asambleas -. La decisión de apoyar a un candidato nace del conocimiento de los programas de cada uno, de la situación de la UN y no implica obligación para los estudiantes para que participen en ese sentido, pues soy representante, no legislador o gobernante, ese es el debate, que los estudiantes, toditos, no participamos, se nos excluye del gobierno de la UN .
Control Político a la Representación:
Esta reflexión de la compañera, da pie a otras que me parecen no solamente gratas, sino pertinentes. Efectivamente, estamos ante una intención de generar control político sobre un miembro de la comunidad universitaria que asume una responsabilidad ante la misma de cara a un cuerpo colegiado. Ello es grato, en la medida en que es expresión de cómo debemos y apostamos por construir la democracia universitaria: en primer lugar, por la fraternidad de la reflexión, es decir, por el ánimo de superar las posiciones encontradas – y de hecho lo eran bastante – mediante la sana controversia, el intercambio de argumentos. En segundo lugar, por el hecho de asumir que quién participa a nombre de un estamento debe garantizar que su postura este acorde de la que expresan sus compañeros y compañeras en la UN. De no ser así, se hace la reflexión, como ocurrió efectivamente. Hablamos entonces de la exigencia hacia quién representa, en este caso, de actuar acorde a la comunidad de la que hace parte, de debatir con ella, construir colectivamente y decidir sobre la base de la deliberación el que hacer[2].
Reitero este último punto, la cuestión de definir colectivamente, que enmarca y explica el porqué del control político a un representante. De fondo, la reflexión alude a esa colectividad de la cuál alguien se ve afectado, reclama, debate y resuelve la situación escuchando y siendo escuchado.
La pregunta que se viene a la cabeza es: Si es fundamental hacer control político a un representante estudiantil como miembro de la comunidad universitaria a la cual representa ante un cuerpo colegiado ¿Cuánto más lo debe ser para con directivo de la UN?; esta pregunta cobra aún más vigencia si se tiene en cuenta las limitaciones de la representación, consagradas institucionalmente, al punto que su voz y su postura, por más que representase a la totalidad de la comunidad universitaria, no es escuchada, mucho menos tenida en cuenta[3]. Y decimos cobra vigencia pues nos lleva a otra pregunta: Si es fundamental y posible, construir colectivamente sobre la base de la deliberación y el debate una postura como representantes ¿No es aún más imperativa esa práctica por parte de las directivas universitarias? El esquema de gobierno universitario en la UN es absolutamente antidemocrático, excluyente y no garantiza siquiera la participación y por tanto, la posibilidad de que la comunidad universitaria participe de las decisiones de la UN, salvo sufriéndolas en su implementación. Las directivas universitarias se han escindido, e institucionalizado estatutariamente, de la comunidad universitaria, lo que genera la crisis de gobernabilidad en la UN.
Si dadas las condiciones, y los reglamentos, como representantes emitimos conceptos ante los cuerpos colegiados, y se nos exige, y debemos, queremos, estar en sintonía con la comunidad estudiantil; cuanto más deberían estarlo las directivas universitarias que son quienes toman decisiones. Si podemos, y queremos, y eso es bien recibido por nuestra comunidad, debatir, deliberar y confrontar ideas para llegar a acuerdos, pues creemos eso es la base de la democracia universitaria y la base de la legitimidad de un representante, habrá que decir que las directivas universitarias no asumen la democracia como práctica, ni mucho menos construyen legitimidad ante la UN.
Una última reflexión que surge de este aspecto del control político tiene que ver con la participación. Ha sido reiterado, y evidente, cómo logramos más respaldo numérico los representantes estudiantiles que muchos decanos, o incluso que el mismo rector. Pero también cómo los estudiantes, en nuestro caso, nos exigen a los representantes, nos cuestionan y controlan, hecho válido y bien recibido siempre y cuando sea de manera fraterna. Quizá esto se deba, al hecho de asumir como propio, como parte de la comunidad los espacios de representación, de interactuar con quienes asumen dichos escenarios, y de notar que tal crítica, reflexión, cuestionamiento, incide en la práctica de estos espacios – incluso, es mucho más cuestionada y criticada la asamblea estudiantil, la mesa local que son espacios aún más masivos, participativos y deliberantes que la representación, de los cuales es ésta una herramienta más de construcción y debate -.
En la medida en que no se tiene en cuenta la posición de los estudiantes en espacios como la consulta de designación de rector o decanos, en que no se tienen en cuenta, y de hecho se obstaculizan o desconocen, las decisiones de las comunidades universitarias, estas se sienten ajenas a sus directivas, cuando no antagónicas.
Ajenas, y entonces no se asume válido participar, de hecho se rechaza tal posibilidad pues la forma de la toma de decisiones mella la legitimidad de las directivas, no sin razón. O se legitima la poca participación e incidencia que tiene la comunidad universitaria en las decisiones que en últimas le afectan: Afortunadamente la universidad es jerárquica; la consulta no es vinculante ni debe serlo. Pues dadas la baja incidencia que se da a la comunidad, la inexistente forma de canalizar propuestas y críticas por parte de la estructura de la UN – que no es para nada una forma de gobierno universitario – se le asume a las directivas, y sus decisiones como algo externo[4], ajeno, es decir, se genera una alienación de parte de la comunidad producto de las condiciones mismas de toma de decisiones en la UN, alienación que redunda en rechazo a la participación propia, y de los demás, de conformismo o apatía, cuando no de legitimación acrítica del orden de cosas: ¿porque debemos esperar elegir Rector? ¡Que lo hagan expertos que realmente sepan de la Universidad!.
Antagónicas pues se inválida la participación, además del contenido e implicaciones de las decisiones mismas que se toman de un modo inconsulto y muchas veces autoritario. La única interacción con las directivas se convierte en confrontación y descalificación por parte de estas. Ello no es otra cosa que unas directivas ausentes física y políticamente, que toman decisiones que afectan negativamente a la comunidad universitaria, muchas de ellas que no se conocen pues no se toman en ningún cuerpo colegiado y que no solo niegan al contradictor[5] y lo descalifican, sino que lo desconocen.
En ello radicaba nuestra participación en este debate sobre la designación de Rector. En denunciar, poner en evidencia, como efectivamente paso, la inexistente democracia en la UN; en demostrar que nuestra opinión es válida, pero pese a ello, desconocida por parte del CSU, igual ocurre en las demás instancias de decisión de la UN. Y no solo participamos los representantes, de hecho fue decisiva y masiva la participación de muchas más personas.
Si se hubiese Designado a Leopoldo Munera ¿Qué habríamos hecho?:
La política, debe ser una cuestión de principios. Si el debate central es la democracia, la exigencia de ser tenidos en cuenta y participar en las decisiones de la UN, entonces es claro que pese a la designación del profesor Munera a Rector, la discusión debería seguir abierta, y la exigencia de participación y mecanismos que garanticen la incidencia y construcción colectiva del devenir de la UN se mantendría. Es más, si dicha apuesta se enmarca, como planteamos los representantes estudiantiles a la comunidad universitaria, y se asumió en las asambleas y mesas locales, en la construcción de mecanismos democráticos de participación y construcción, el reto o el problema asumiría su forma más compleja en el caso de lograr la designación de Rector de acuerdo a la decisión de la mayoría de los estudiantes que participaron: tendríamos que avanzar en construir y fortalecer mecanismos de decisión, participación y deliberación incluyentes, democráticos, al interior de la UN. Pues fue esa la apuesta, la exigencia, y habría que demostrar, que estamos en la capacidad de participar de la construcción de la UN, una gran responsabilidad asumiríamos, y estamos en la capacidad de hacerlo – aunque vale la pena señalar, que pese a la decisión del CSU, ese compromiso se mantiene latente, quizá sea, como lo ha sido, más difícil, pero mantendremos nuestro empeño -. En últimas, avanzar en organización, y en depurar mucho más nuestras propuestas, lo que significa, que tendríamos, o mantendríamos, el volumen de trabajo que nos exige el momento de la educación y de la UN en particular. Se haría aún más urgente la bandera del cogobierno.
Qué elijan los expertos:
La consulta no es vinculante, eso es conocido, precisamente en exigir para esta un carácter decisorio, y útil, radicaba la reivindicación. Se ha dicho que es legal este mecanismo, que las reglamentaciones lo avalan y por tanto es justo, olvidan que la ley por sí misma no es justa, y que es histórica, es decir, cambia y puede cambiar, pues la hacen hombres y mujeres como nosotros, esa es la complejidad de lo que exigimos.
Se ha dicho que hay expertos que deberían, y son los que por su condición están preparados para ello, tomar la decisión. ¿Cuál es la utilidad de la consulta? ¿Simular participación, engañarnos?, si tiene un papel en la decisión final, se supone que es reducido pero si, deberán explicarnos porque se desconoció en el CSU del 29 de marzo.
Volvamos a lo que se dice, el caso es que el CSU es un cuerpo que por su composición es ajeno a la UN, es decir, Ignacio Mantilla es el rector de la UN, si por UN se entiende no Universidad Nacional sino Unidad Nacional[6]. Alegar que el CSU decida conforme a su parecer, no es otra cosa que justificar que sea el Gobierno Nacional, el mismo que plantea la reforma a la ley 30 y que ha asfixiado a la UN con la ley 30 actual, el que designe Rector. El CSU es la expresión palmaria de la vulneración de la autonomía universitaria, por ello es un contrasentido, o la otra paradoja de la UN, considerar democrática una decisión tomada por un cuerpo colegiado de la Universidad que no es para nada autónomo. Pues si no existe autonomía en las decisiones de la UN, sobra la democracia, es esa la otra cara de la moneda. Conclusión: doblemente paradójico, "autonomía" sin "democracia", "democracia" sin "autonomía". Ambos conceptos merecen usarse entre comillas, y es nuestro deber, lograr que en un futuro debamos ponerlas en mayúsculas, pues serán reales, absolutas, esa es nuestra apuesta.
Otro aspecto, este mecanismo ni siquiera se ajusta a la democracia liberal, representativa. Reivindicar aquello de los expertos se acerca más a una idea de democracia corporativa propia de estados fascistas, donde gremios, Estado y expertos legislan y la comunidad no participa. Extrapolemos este argumento al País, de aplicarse este criterio se profundizaría la exclusión propia del sistema de poder en Colombia, por ejemplo, volveríamos bajo el criterio de la experticia, a excluir el voto al que no sabe leer, no tiene propiedades o la mujer; insistimos en que hablamos en los marcos de la democracia liberal. Se da por descontado que la deliberación, la construcción colectiva desaparece incluso en su aspecto meramente formal bajo esta lógica.
Si el debate es la experticia, y la intencionalidad es la construcción amplia. ¿Porqué las directivas no generan, o permiten garantizando, espacios amplios de discusión, debate y formación alrededor del tema de la UN? ¿Por qué no permiten un acceso generalizado a informes, estadísticas, sin necesidad de apelar a un derecho de petición o a la condición de representante? Es decir, ¿por qué no garantizamos “generalizar la experticia”? He de señalar que tal experticia o conocimiento de la UN y sus problemas, así como el trazar propuestas, ha sido demostrado ampliamente por la comunidad universitaria; del mismo modo, tales espacios de difusión y aprendizaje colectivo son generados precisamente por los que son excluidos por su “desconocimiento” de la UN. No nos digamos mentiras, mucho menos nos las creamos, esto es un problema eminentemente político, no académico. El CSU aposto, explícitamente, por la continuidad del modelo Wasserman en la UN, no por la experticia o la academia. Recuerden, el Rector mismo lo dice, que fue él quien propuso a Ignacio Mantilla como delegado del Consejo Académico al CSU, es decir, Ignacio Mantilla ahora rector, completará 3 años más en el CSU, la mayoría de ellos bajo la rectoría de Moisés Wasserman como delegado del Académico en ese espacio.
Se ha dicho que la democracia es una condición exclusiva del Estado, no una práctica ni una perspectiva. Por tanto, no es necesario, de hecho se dice es contraproducente, una construcción democrática de la UN. Solo diremos una cosa, pues es este un debate profundo que amerita otro texto: ello niega el papel de la UN en la sociedad en uno de sus aspectos, construir sujetos activos, democráticos, que contribuyan a construir país mediante la formación en el debate, la controversia y la construcción colectiva. Es decir, mediante la formación en el marco de un escenario que construya democracia en la práctica. De ser así la UN no aporta a la sociedad personas formadas como ciudadanos, o constructoras de sociedad civil, sino sujetos alienados y alienadores. Que reproducen y no transforman[7].
A manera de digresión:
Hemos señalado como incompleto y paradójico asegurar que existe autonomía cuando la democracia es inexistente al interior de la UN. Quisiéramos ahora, plantear que del ejercicio real de autonomía, inclusive la “autonomía” versión Wasserman, implica o realiza el papel de la UN en la sociedad. Es decir, en las condiciones actuales de democracia en la UN, la “autonomía” se reduce a la acrítica funcionalización de la Universidad al mercado, y al modelo económico que desprecia la producción de conocimiento científico sustituyéndolo por un esquema de formación afín al modelo extractivista y primarizado del Gobierno actual. La condición para construir una educación para un país con soberanía, democracia y paz, pasa por la existencia real de canales democráticos al interior de las universidades, y por tanto, de un ejercicio de autonomía proyectado a transformar la Sociedad y contribuir a solucionar sus más sentidos problemas, que no se reducen – de hecho se niegan -, a los de la esfera del mercado, del sector privado.
Lo que sigue:
Sigue para nosotros y nosotras, seguir construyendo espacios realmente democráticos, seguir apostando por la deliberación, el debate y la colectividad. Avanzar en procesos organizativos y propuestas de Universidad con una perspectiva clara, construir escenarios de cogobierno universitario. Mantener el debate abierto en la UNiversidad. No hemos perdido nada, al contrario, ganamos una razón más para luchar, pusimos en evidencia al CSU y abrimos un debate que contribuirá, sin duda, a la construcción de propuesta alternativa de la MANE.
Apostar no por sentir orgullo por la UN. Apostar por sentir orgullo de ser parte de la UN, de su historia, por el hecho de reconocernos parte de esa historia, de reconocernos constructores de historia, de constructores de la UN de nuestros hijos. Apostar por una educación para la creatividad, la imaginación y la transformación, por mantener el carácter de la Universidad como conciencia crítica de la nación.
Mantener la exigencia de ser reconocidos, de ser escuchados. De ser respetados. En últimas mantenernos como sujetos activos, transformadores y críticos, contrariar esa idea de nosotros como menores de edad, como objetos que se ponen allí o acá a gusto de las directivas. Reconocernos, pese al desconocimiento del CSU. Mi conclusión es que la designación de Rector en la UN es aún más ilegítima que la de Moisés Wasserman. Por ello, es necesario enarbolar las banderas de una UN realmente pública, crítica, excelente académicamente, plenamente financiada por el Estado, democrática y autónoma en su práctica, es decir, comprometida con la resolución de los problemas del país. Esas banderas requieren un estandarte, que no es otro que el de la Unidad, la organización. Esas banderas se batirán al viento de cambio que esta generación le anuncia al País. Se pintarán de historia, de futuro, con los pinceles de las manos de todos y todas los que apuestan por la transformación de la UN y del País. Estas banderas se izarán en una nueva universidad, aquella a la que nos dirigimos, porque ya hemos empezado a andar, y no nos detendremos hasta llegar a nuestro objetivo: Una nueva educación, para un País con democracia, soberanía y paz.
Cristian Hurtado
Representante Estudiantil Consejo Académico
repacademicoun@gmail.com
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Notas:
[1] Me encuentro con la sorpresa de que a mi compañero representante ante Consejo Académico por posgrado, se le hizo por parte de otro compañero, una observación en el mismo sentido.
[2] En el caso referido, la cuestión quedó, como plantee líneas arriba, en que mi papel como representante no reñía las definiciones asamblearias, y por tanto, pese a que ninguna asamblea definió apoyar a algún candidato en específico, como miembro de la comunidad universitaria debía hacerlo. Máxime cuando ubicábamos, como se desprende del CNRE y las asambleas de la UN, el debate del mecanismo y la designación de Rector como oportunidad de abrir el debate de la democracia y autonomía universitaria.
[3] Basta con decir que la participación de los estudiantes en el Consejo Académico, apenas si alcanza un 1.5%.
[4] El Rector se vuelve entonces, una firma en un esporádico comunicado en el correo de la UN. Una firma que además pocas veces anuncia cosas agradables para la UN. ¿Han visto V de Venganza? ¿Recuerdan al antagonista, el ministro?
[5] Contradictor en ningún momento significa enemigo, significa el contrario en, por ejemplo, un debate.
[6] Se supone que la autonomía universitaria es la capacidad de la Universidad de construirse sin la determinación política o económica del poder Estatal, que no significa que la UN se separe del Estado. La cuestión radica en que bajo la composición del CSU tal condición no se cumple, la mayoría del CSU es del gobierno.
[7] Sobre la condición de la democracia, lo tratamos de un modo más desarrollado y aún insuficiente en otro texto: http://repacademicoun.bligoo.com.co/autonomia-sin-democracia-la-paradoja-de-la-universidad-nacional-de-colombia
1 comentarios:
Experticia significa peritazgo, no experiencia. La votocracia de un estamento mayoritariamente indiferente, desinformado y pasajero sería una opción pasada de estúpida. La llamada 'representación' no tiene nada que enseñar acerca de autonomía, cuando la ejercen mayoritariamente miembros de organizaciones subordinadas acríticamente a militancias que las financian y les imponen los cronogramas anuales y les limitan los actores a los que pueden cuestionar. Basta contrastar el afán propagandista alrededor de la elección del rector (sin voto en el CSU) con la miserable apatía frente a los concursos docentes o a las asignaciones de plazas a término fijo (que corresponden a muchos más personajes, por más años y con mucho mayor impacto real para la Universidad). Por el contrario, estos voceros estudiantiles están muy conformes y silenciosos ante la presencia de catedráticos avenidos por amiguismos y militancias.
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