viernes, 23 de diciembre de 2011

La ANTI-ACADEMIA, el personaje de 2011 en educación superior para universidad.edu.co

La educación superior no había tenido un despliegue mediático tan grande como en 2011, tras la frustrada propuesta de reforma a la Ley 30 de 1992. La manera como se discutió, el conflicto de intereses y la incapacidad de los protagonistas para organizarse colectivamente y analizar inteligentemente una idea que posicionara la educación superior, además de prácticas nada académicas hacen de la anti-academia el personaje del año de la educación superior colombiana para este Observatorio.
Lo ideal es que hoy Colombia contara con un proyecto de reforma que, aun cuando sin estar en la agenda legislativa, convocara el consenso de la comunidad académica en torno de cuál debe ser la estructura del sistema, los compromisos de sus protagonistas y los retos que institucionalmente debe asumir el país para que la educación sea el referente superior que Colombia tiene para su proyección estratégica como nación.
Lamentablemente esto no es así y salvo la conclusión de que éste es un tema que afecta muchos intereses, que no debe imponerse, que existe una enorme responsabilidad del Estado en su direccionamiento y financiación y que no se puede subestimar la fuerza colectiva de las agrupaciones estudiantiles, son escasos los saldos favorables que deja la discusión, pues termina el año sin una agenda y, peor aún, un consenso ni documentos base en torno de cuál es la problemática concreta de la educación superior en Colombia ni por qué ni para qué hacer una reforma a su educación superior.
Es decir, tras casi 10 meses de discusión, quien intente liderar un nuevo proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992 debe iniciar casi de cero, con la pregunta de ¿qué es lo que se debe modificar en la actual Ley y qué elementos del sistema deben repensarse para que la Ley de educación superior responda a los requerimientos de calidad, cobertura, pertinencia, compromiso social e involucramiento de la educación superior en el plan estratégico de desarrollo de país en el mediano y largo plazo?.
¿Y el Movimiento Estudiantil?
Pese a que a nivel mundial muchos analistas internacionales han calificado la protesta social como el personaje de 2011, y dentro de ésta entra el grupo de los indignados en donde se han querido circunscribir el Movimiento Estudiantil, y que el prestigioso diario británico The Guardian ha escogido a la líder estudiantil chilena, Camila Vallejo, como personaje del año, en Colombia la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil -MANE- hizo méritos para ser considerada como el personaje del año en educación superior, pero las divisiones internas -ya públicas-, el no cumplimiento con respecto a la entrega de una propuesta formal al país sobre cómo sería su planteamiento para debatir una reforma, el sesgo ideológico de algunos de sus integrantes, la intromisión de sus voceros en temas políticos y económicos distintos a los de la educación superior, y su actitud radical y poco conciliadora, no ameritan –a juicio de este Observatorio- los reconocimientos suficientes para ser considerada como personaje del año.
Al igual que la propuesta de reforma, 2012 debe empezar para el movimiento estudiantil de cero, con la única gran ganancia de que es posible conovocar una fuerza que hasta hace poco se consideraba inexistente y que hay un capital de opinión muy grande, pero con el riesgo de volverse volátil si no se consolida un mensaje y una estrategia claros, argumentados, lejos de oportunismos de terceros y se fundamenta técnicamente su propuesta.
Las expresiones de la anti-academia
Es paradójico, pero un debate de naturaleza académica, como es la discusión de una reforma a la educación superior, realizado entre el Ministerio de Educación Nacional, los rectores universitarios, los estudiantes, profesores e investigadores, se caracterizó por ser anti-académico, y terminó hundiendo un proyecto (independientemente de la bondad del mismo) y dejando al país sin norte en el tema para 2.012, por la replicación de prácticas que no son académicas.
Un debate académico se caracteriza porque convoca la participación de todos los sectores y personas que, con su conocimiento, contribuyen a enriquecer el mismo; pero lo vivido fue que el MEN elaboró una propuesta a espaldas de la universidad colombiana, y ésta nunca conoció desde el comienzo ni tuvo claro qué habí que modificar ni para qué.
Un  debate académico se da entre quienes tienen los méritos, estudios, experiencia y autoridad institucional para opinar; pero muchos de los que contribuyeron al hundimiento de la propuesta (porque fueron mínimos sus defensores), sólo hablaron desde su preocupación por el tema, pero con un enorme desconocimiento del mismo…. y esto no sólo se aplica para la ministra Campo.
Un  debate académico implica humildad y ética intelectual para reconocer la posibilidad de error y adscribirse a la posición de otro si ésta convence, con argumentos, de que su hipótesis es la acertada; pero lo que se vio en Colombia fue una apasionada radicalización de posiciones. Mientras que la ministra afirmaba con desparpajo que la reforma “iba porque iba”; ASCUN se cerró a escuchar un discurso diferente al de su propuesta de Ley Estatutaria y Autonomía exclusiva para ellos; los estudiantes se creyeron los únicos dueños de la interpretación y solución; los políticos (Comisión VI de la Cámara) se acomodaron olímpicamente al momento que se vivía; y las otras asociaciones distintas de ASCUN pasaron agachadas dando espaldarazos a la ministra Campo y el viceministro Botero en reuniones a puerta cerrada.
Un debate académico implica la posibilidad de abrirse a nuevas posibilidades, incluso si éstas implican replantear toda la propuesta y hasta cambiar radicalmente las hipótesis iniciales; pero lo que Colombia vivió fue que el país se tranzó en una discusión en torno de los temas propuestos por el MEN, pero no convirtió en agenda pública los temas que no estaban cubiertos por la propuesta de reforma y que eran igual o más importantes que los escritos. Así mismo, temas como la educación para el trabajo y el desarrollo humano nunca se trató formalmente dentro de las propuestas de reforma, como si literalmente fueron un negocio de otro costal.
Un debate académico no es una mesa de concertación sindical, en donde cada una de las partes tira para su lado, sino un ejercicio intelectual en donde lo que importa es la verdad y el compromiso de las partes de trabajar por ella; pero el debate en torno de la reforma reflejo los más claros intereses mercantiles y de gremio de las diversas asociaciones de IES, de estudiantes y profesores, además del gobierno. Como nunca se definió un norte claro sobre cuál debería ser el sentido de la reforma, cada uno trató de dirigirla hacia su respectivo interés.
Un debate académico es intelectual y técnico y no político, lo cual no significa que lo político no sea intelectual, sino que responde a intereses electorales y de oportunismo (auncuando no debe descartarse que algunos poco intelectuales sean grandes políticos); pero el hundimiento del proyecto de reforma no se dio por un convencimiento nacional de que ésta no respondía a lo que se necesitaba (que todo indicaba que, efectivamente, no era lo que se necesitaba), sino que se dio por el lobby de los rectores con los congresistas, porque el Gobierno cedió antes que afectar su reconocimiento entre la opinión pública, porque los representantes de la Comisión VI sorprendentemente pasaron de defender la reforma a enterrarla y porque un líder sindical del SENA, un exdecana de Psicología, un candidato de izquierda a una alcaldía que ocupó los últimos lugares, un exrepresentante estudiantil ante un Consejo Superior Universitario, una política reconocida como experta mediadora ante la guerrilla, y un joven senador que obtuvo votos por su campaña llamada “Tiene Huevo” fueron, entre otras, algunas de las voces más fuertes en contra de la reforma, mientras que los investigadores, académicos y profesores reconocidos poco o nada incidieron en la decisión final.
En un debate académico las partes defienden tenazmente su posición, pese a las críticas, las banderas políticas y hasta las amenazas; pero lo vivido en 2011 en la educación superior colombiana mostró la fragilidad de los rectores de las universidades públicas para defender su discurso, llevados por la presión –en algunos casos terrorista- de grupos de personas que, presentadas como estudiantes, destruyeron instalaciones de algunas universidades- y del Ministerio, bien por veladas presiones para sentir afectados sus procesos de registro calificado y acreditación, como por el miedo de dejar de recibir dineros adicionales a los que históricamente se vienen recibiendo.
En un debate académico la concepción de negocio o lucro no entran en discusión, y en Colombia se radicalizó la posición en torno de intereses de terceros por el lucro de las instituciones de educación superior, y el debate pasó agachado en torno del beneficio económico e interés no académico de instituciones de bajo perfil que saldrían muy gananciosas con una reforma discutida a nivel de universidades pero no de otras IES.
En un debate académico, existe como condición para el mismo que, sea cual fuese la decisión final, todas las partes aceptan con dignidad el acuerdo y se comprometen a aceptarlo; pero la experiencia de 2011 mostró que cualquiera fuera el camino al que conduciría la propuesta, no iba a dejar a las partes contentas sino las heridas abiertas y los orgullos académicos a flor de piel, en espera de cualquier oportunidad para sacar en cara al otro que alguno tenía la razón.
Por todo esto, la anti-academia se consolida, tristemente, como el personaje de 2011 para la educación superior en Colombia.
Ojalá nunca más vuelva a tener este protagonismo.

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