La Reforma a la Educación que impulsa el Gobierno tuvo un efecto inesperado: revivió un movimiento estudiantil deslucido durante los últimos años. Testimonio de una protagonista.
Empecé a involucrarme en todo el movimiento estudiantil desde que estaba en primer semestre. Recuerdo que había una gran discusión en torno a la continuidad de mi carrera —ciencia política— en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Después de eso, se inició el proceso de movilización en contra del Plan Nacional de Desarrollo de Álvaro Uribe, especialmente el artículo 82 sobre el pago del pasivo pensional de las universidades.
En ese momento empezó, si se quiere, el proceso de formación de nuestra MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil), pues producto de esa movilización, que se dio en todas las universidades públicas del país, surgió la necesitad de escenarios de encuentro de todas las universidades.
Empezamos entonces a generarlos. Primero eran de emergencia, para discutir sobre el momento de la movilización, y poco a poco fuimos profundizando las discusiones, las reflexiones, fuimos avanzando hasta la constitución de la MANE este año.
Es a partir de la fuerza que empezamos a tomar que vemos la necesidad de tener voceros, tanto en Bogotá como en las diferentes regiones. Ese es el proceso en el que estamos en estos días.
Los procesos de movilización fueron tomando fuerza desde el año pasado, con la propuesta de reforma a la Ley 30 del gobierno de Uribe. A principios de este año la crisis de las universidades se hizo más evidente, lo cual ayudó a evidenciar que todo lo que por años habíamos dicho sobre la necesidad de una reforma al sistema educativo que atacara de raíz los principales problemas centrales del sistema educativo, tenía reflejo en la realidad.
Y finalmente, cuando se empezaron a anunciar los borradores del proyecto de ley con los que el Gobierno quería cambiar la Ley 30, la gente se preocupó, y nos dimos el tiempo preciso, creo yo, de analizar el proyecto, de preparar el paro, de elevar nuestros argumentos y eso es hoy lo que nos permite tener tanta fuerza.
A mi juicio esta convocatoria es grande por varias razones. La primera es porque la comunidad universitaria, y la gente de a pie, no los poderosos, entienden nuestros argumentos y los comparten. Dos, porque en esta pelea estamos todos, sin distinción de partidos, etnias, religiones, nada. Cuando salimos a marchar, en medio de la pluralidad, somos un cuerpo, somos una comunidad que a una voz dice “NI LEY 30 NI REFORMA”. Además, hay que rescatar el gran trabajo que han hecho los compañeros de las universidades privadas en reactivar esa parte del movimiento estudiantil, que nos aporta tanto a quienes estudiamos en universidades públicas.
Y la última razón de nuestra gran convocatoria es la reacción del Gobierno. Por un lado, sacó comerciales costosísimos en horarios triple A intentando legitimar la reforma, mientas que en las audiencias públicas siempre ha salido perdiendo, repitiendo el mismo discurso que demuestra la poca capacidad de escucha y el talante poco demócrata de la ministra. Y a última hora cancela los debates públicos a los que es invitada.
Esta lucha, en general, va hasta que construyamos una universidad del tamaño de nuestros sueños, hasta que logremos concretar nuestro programa en la realidad y empecemos a caminar por su senda, pero en particular, la pelea coyuntural, esta batalla, va hasta que el proyecto de reforma a la Ley 30 se caiga, se hunda o el Gobierno lo retire y podamos construir una reforma verdaderamente democrática y que le sirva a Colombia. Esa es nuestra decisión y la vamos a respetar, porque sabemos que los equivocados hoy no somos nosotros.
Lo que está en juego
Los estudiantes y el gremio de educadores, Fecode, reclaman que el proyecto del Gobierno no haya sido discutido con la comunidad. Una de las preocupaciones que expresan es que la reforma atenta contra la autonomía de las universidades, ya que el presupuesto queda en manos del Consejo Superior Universitario. Además, la figura de universidades mixtas representa, para los estudiantes, la privatización de la educación y la reducción de cupos universitarios.
La ministra de Educación, María Fernanda Campo, asegura que la reforma no afecta la autonomía universitaria y busca fortalecer el sistema de aseguramiento de la calidad.
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