En la mañana del 5 de octubre del presente año, se presentó una protesta estudiantil, debido al inconformismo por las reformas educativas que se radicaron ante el congreso. La protesta comenzó a eso de las 10:00 a.m. cuando estudiantes encapuchados bloquearon las calles, para llamar la atención de la ciudadanía. 30 minutos después hizo presencia la policía arrojando gases lacrimógenos a los estudiantes que se encontraban saliendo de la universidad o que se estaban observando, como es rutinario en cualquier estudiante de la U.P.T.C..
La batalla campal que se desató, dejó como siempre a los estudiantes como los más afectados ya que los policías cuentan con uniformes de pies a cabeza, con escudos, con entrenamiento y con experiencia. Tras 2 horas de disputas en las que la fuerza pública, como ahora es costumbre, ingresó a la universidad, encerrando a estudiantes, atemorizándolos y disparando gases y bombas a los cuerpos de los manifestantes; el ESMAD arremetió contra cualquier persona que circulara por los pasillos del claustro universitario –independientemente de su sexo, edad u opinión política– de forma bestial pisoteando los derechos de la población universitaria.
Mientras los integrantes del ESMAD atacaban laboratorios, salones, vehículos particulares y públicos, en fin; los estudiantes gritaban consignas para expulsarlos y grababan con sus cámaras dichos atropellos. Las respuestas fueron más agresiones hacia los manifestantes y hacia sus equipos de grabación. Cerca de las 12:30 p.m. la policía sacó por medio de gases y bombas a los estudiantes. Dado que la única salida segura era por el lado de laboratorios, muchos de los compañeros, pelearon por la salida de su propia universidad. ¿De cuándo acá, a uno como estudiante, lo echan de su universidad?
Entre los universitarios – que solamente gritaban por sus derechos, como está consagrado en la Constitución, y apoyaban a sus compañeros con el espíritu amistoso que caracteriza a los estudiantes de la u pública– un estudiante de música (llamado Erick Vargas) en su afán por salir del sitio, cae al suelo, se abraza a la puerta de rejas que está por la salida de los laboratorios e intenta resistir hasta que la fuerza policial utiliza sus bolillos, escudos, golpes y patadas contra el joven. El estudiante no puede sostenerse más de las rejas y cae junto a un policía, llorando se cubre y la policía lo levanta y se lo llevan como si se tratara de un vil delincuente o ladrón que es perseguido y cogido en fragancia. En el camino, comienza la agresión verbal y psicológica en contra de él y su familia, mientras que nosotros como estudiantes veíamos impunemente como esto ocurría.
Al estudiante lo apresan fuertemente con esposas, ya que de sus muñecas brotaba sangre, así como de su boca y ojos. Como si se tratara de la época medieval o en de la misma inquisición donde sacaban a los condenados a muerte y los sentaban a la vista de todos para su escarmiento, esto hacia que se degradara la persona hasta un punto en el que ya no se le consideraba humano; de igual manera sucedió con el muchacho arrodillado, gritando por su celular y denunciando los abusos de la policía. En medio de lágrimas un valiente compañero graba la escena y se mete a socorrerlo, pero este no puede hacer mucho, porque los policías no dejan que lo ayude. El valeroso estudiante gritaba frases para alentar a los estudiantes, quienes comenzaron a vociferar cantos en pro de la universidad pública, y para que soltaran al compañero. La dignidad humana por la que muchos murieron a lo largo de la historia mundial, este derecho inherente al ser, que está consagrado en la carta política del 91, este valor fundante que le pertenece a todos quedó por el suelo con el trato degradante y agobiante que se le daba.
Luego de que una patrulla se lo llevó a la fuerza; la policía comienza hacer batidas alrededor de la universidad, cogiendo abusivamente a los estudiantes, requisándolos, sacándoles todo de sus maletas y buscando a quien se viera sospechoso para llevárselo. Varios estudiantes de biología o de ingeniería con batas de laboratorio fueron conducidos a los barrios Santa Inés y Los Rosales, de forma ilegal y sin respetar sus derechos; estudiantes como Julio Cesar Pineda que fue retenido en contra de su voluntad y llevado a disposición de la fiscalía. ¿Pero qué daño, estaba haciendo estos estudiantes?
Para finalizar queda claro que una cosa son los derechos que están en un papel y otra los derechos que ellos aplican. Ya han sucedido en varias ocasiones: los estudiantes, niños y gente del común son agredidos por parte del ESMAD, siendo que esto está prohibido por la ley y eso lo hace ilegal. Esto se tiene que acabar, estas muestras de violencia excesiva por parte de la policía tienen que cesar, nosotros como estudiantes de la universidad pública tenemos el derecho a manifestarnos, a exigir nuestros derechos, a luchar por nuestra educación; porque si no somos nosotros, entonces ¿Quién lo hará por nosotros?.
Por:
PABLO ANDRÉS SIERRA PULIDO
Correcciones:
Prensa Universidad
3 comentarios:
EXCELENTE PUBLICACION, GRACIAS A PABLO PORQUE MUY POCAS PERSONAS SE TOMAN EL TIEMPO PARA ESCRIBIR, PARA INFORMARSE, ANTE TODO EL RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DIGNIDAD, QUE TRISTE EL TRATO QUE LE DIERON AL COMPAÑERO, EXIGIMOS RESPETO
Hay que exigir a las directivas de la universidad un pronunciamiento al respecto. Ya tomó curso imparable el ingreso de la fuerza pública a nuestro campus, con ausencia total de la administración, tal vez con su autorización.
Trajeron a Boyacá al coronel Jerez con la misión de desacreditar la universidad e invadirla. Y con gerente liquidador a bordo, qué será de nuestra universidad?
EXCELENTE ARTICULO... ES VERDAD, MUY POCAS PERSONAS SE TOMAN EL TIEMPO DE ESCRIBIR LO QUE SUCEDIÓ, Y ESOS TOMBOS, YA SE ESTÁN PASANDO.. GRACIAS A ESTE MAN, LA UNIVERSIDAD PUBLICA DE BOYACÁ, VA COGIENDO CANCHA A NIVEL NACIONAL...
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