Un costo que afronta la sociedad, en términos humanos y económicos, es el nivel de deserción en la educación superior. En Colombia este índice, en las cohortes que ingresaron entre 2001 y 2006 superó el 55%, llegando a un pico de 60% en 2004. A partir de 2004, la deserción muestra una disminución y se sitúa en el 50%.
La deserción es resultado de múltiples causas. El Ministerio de Educación y la Universidad de los Andes realizan el estudio denominado Spadies, que mide la probabilidad de que un estudiante que entra a la educación terciaria no termine su carrera. Esto permite concentrar los esfuerzos pedagógicos, económicos y sociales en la población estudiantil con mayor riesgo de retiro. Análisis del rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza, en el diario El Espectador.
Los ingresos familiares influyen sobre el nivel de abandono de la formación profesional. Así, si el ingreso familiar es mayor de 9 salarios mínimos (sm), la deserción es del 42,5%, que se compara con el 48,4% si es menor de 2,5 sm. Mayor impacto tiene el puntaje en la prueba del Icfes: la deserción entre los que tienen puntaje bajo alcanza el 57,5%, y en los de puntaje alto el 35,8%. Por supuesto que los niveles de desigualdad en el país hacen que estos factores estén altamente correlacionados, los mejores puntajes del Icfes están generalmente en los colegios privados de alto costo y en unos pocos oficiales. Adicionalmente tienen mayor probabilidad de tener mejores Icfes quienes son hijos de padres con mayor nivel educativo, con mejor infraestructura familiar para estudiar, mayor disponibilidad de tiempo por no tener que trabajar para colaborar en el ingreso doméstico, mejores posibilidades de apoyo académico y psicológico, etc.
El descenso relativo de la calidad académica de los colegios oficiales en relación con los privados de alto costo y buen nivel determina que la educación esté perdiendo el papel como medio de promoción social. Lo anterior añadido al énfasis de promover “una educación corta para el trabajo”. Esto hace pensar que el sistema educativo está reproduciendo y perpetuando las élites.
Los programas de crédito educativo del Icetex contribuyen a bajar sensiblemente los índices de deserción. Igualmente, proyectos pedagógicos y tutorías que buscan corregir las mayores deficiencias de la educación media, lectura aritmética y ciencias, también reducen la deserción.
Contrario a la intuición, la deserción es menor entre quienes entran más jóvenes: la más baja tasa está en los que ingresan de 15 años; la mayor se presenta si el ingreso se hace a los 21 años, pero se reduce si se entra a los 26 años.
Más de la mitad de la deserción, el 53%, se produce en los dos primeros semestres. Hay sensibles variaciones en algunas universidades: la deserción en el segundo semestre puede ser 12 veces mayor que en el primero. En promedio el retiro en el primer semestre es el doble del segundo. Una mejor orientación profesional también contribuye a reducir el índice de abandono.
Sorprende que el nivel de deserción en los programas técnicos y tecnológicos sea mayor que el profesional; tal vez estudiantes que pasan de las carreras técnicas a las profesionales son medidos como desertores.
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