Francisco Cortés Rodas•
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
Los estudiantes y profesores de la Universidad de Antioquia debemos exigir que el Escuadrón Móvil Anti Disturbios ESMAD de la Policía sea retirado definitivamente del campus universitario. Hay muchas razones para fundamentar esta exigencia, pero voy a discutir solamente una, la cual voy a llamar jurídica y exponer brevemente otras dos, la idea de universidad y la democracia en la universidad.
Las acciones represivas del ESMAD, cuando ha irrumpido en el campus universitario, han estado caracterizadas, la mayoría de las veces, por el desconocimiento de los procedimientos legales y del respeto a los derechos humanos fundamentales. La “estricta legalidad” ha sido desconocida por el ESMAD y éste ha actuado en contra de la ley y el Estado de derecho constitucional.
Voy a exponer primero la razón (jurídica) para fundamentar la exigencia de retiro definitivo del ESMAD del campus universitario.
El argumento jurídico. “El Estado de derecho, escribe el filósofo italiano del derecho y la política Luigi Ferrajoli, es un sistema político basado en la disciplina legal y el monopolio de la fuerza, y tiene la pretensión de excluir o, al menos minimizar la violencia en las relaciones interpersonales. A su vez, la democracia pudiera ser definida como una técnica de convivencia que persigue solucionar no violentamente los conflictos” (Ferrajoli: 2008, 175).
Esto quiere decir que en un Estado democrático de derecho no debiera existir más violencia legal que la estrictamente necesaria para controlar otras formas de violencia, evidentemente ilegales, más graves y vejatorias. Este criterio es normativo y nos permite legitimar o justificar la violencia penal y a la vez deslegitimar la violencia legal innecesaria, tanto penal como no penal.
Ferrajoli introduce dos modelos para analizar la violencia legal; denomina al primero de “estricta legalidad”. Según este modelo, la estricta legalidad “puede ser definida como una norma meta-legal que somete la validez de las leyes que autorizan el ejercicio de la violencia a una serie de requisitos que se corresponden con las garantías penales y procesales: la tipicidad del uso de la fuerza que constituye la sanción penal, la taxatividad de los hechos empíricos previstos como delictivos, de los perjuicios que de ellos se derivan y de la culpa del sujeto o de los sujetos intervinientes, así como la verificación del delito cometido por un juez imparcial y en un proceso público contradictorio en el que el que acusa tiene que probar lo que afirma y el que se defiende puede desmentirlo” (Ferrajoli: 2008, 176). Según esto, son legítimas todas aquellas formas de violencia que utilice el Estado, que están previstas en la ley como sanciones penales frente a comportamientos lesivos y culpables.
El segundo modelo que propone Ferrajoli es el de la “mera legalidad” y consiste en la autorización legal para utilizar la violencia sin una rígida vinculación a la ley misma. Este modelo no es propio del Estado de derecho constitucional. “El resultado es que la violencia a la que se refiere esta autorización estará justificada por la misma norma que la autoriza, pero no por el modelo constitucional de Estado de derecho”. (Ferrajoli: 2008, 177). El modelo de “mera legalidad” permite legitimar el ejercicio de la violencia fuera de los parámetros de la “estricta legalidad”.
En un Estado de derecho constitucional, como el colombiano, la sumisión de la violencia penal al principio de “estricta legalidad” ha sido siempre débil, a la vez que se ha impuesto en muchos casos la discrecionalidad punitiva del modelo de la “mera legalidad”. La ley, que debiera ser el medio para legitimar la violencia estatal cuando es necesaria, se convierte en un medio para legitimar el ejercicio de la violencia estatal fuera de los parámetros de la “estricta legalidad”.
Antes de entrar en el tema hay que decir clara y contundentemente que la razón por la cual las autoridades universitarias han tenido que recurrir a este tipo de fuerza policial del ESMAD ha sido la presencia en la universidad de grupos autoritarios y violentos, de grupos de estudiantes que destruyen bienes de la universidad como computadores, laboratorios, la biblioteca, carros de profesores y estudiantes, que intimidan y amenazan a profesores, directivas y a otros estudiantes.
Sin entrar a hacer una investigación más de fondo sobre la actuación policial en general, voy a intentar analizar solamente la actuación del ESMAD en la Universidad de Antioquia, en una situación que se puede caracterizar como de “mera legalidad” y no de “estricta legalidad”, situación que ha hecho posible la intervención policial de tipo extrapenal y extrajudicial. Esto es muy problemático para la población universitaria (profesores, estudiantes, administradores y trabajadores) porque la intervención policial de tipo extrapenal y extrajudicial atenta contra el monopolio legal y judicial de la violencia represiva, contra la función garantista del derecho y del proceso penal y contra los derechos humanos fundamentales.
El ESMAD ha entrado a la universidad con diferentes pretextos, unas veces sus irrupciones en el campus han sido justificadas, como en los casos en que se ha enfrentado a los denominados “capuchos”, y a los traficantes de drogas, otras veces de forma injustificada como sucedió el 15 de septiembre de 2010, el 11 de noviembre de 2010 y el 31 de marzo de 2011. Sobre los hechos del 15 de septiembre de 2010 la Personería señalo que la acción de choque del ESMAD era absolutamente injustificada. La Personería de Medellín dijo: “Instamos a las autoridades a ser muy cautelosas y precavidas en decisiones de esta naturaleza que constituyen evidentes medidas de choque sin causa justificativa y que ponen en evidente riesgo la integridad y los bienes de los distintos estamentos que conforman el Alma Mater”. (Boletín de prensa No. 185, 15 de Septiembre de 2010, Personería de Medellín). Es importante destacar la importancia de la Personería de Medellín como instancia de mediación en la confrontación. Su presencia ha impedido que se hayan dado desmanes mayores.
Ahora bien, aquellas incursiones del ESMAD en el campus, que se pueden considerar como injustificadas, han sido peligrosamente violentas; se han utilizado medidas de choque en las que se han empleado granadas aturdidoras, gases lacrimógenos y balas de goma. Fueron medidas de choque en las que muchos estudiantes resultaron heridos, golpeados, así como también una funcionaria de la Personería de Medellín. Los derechos individuales de la libertad han sido violados repetidas veces, como lo afirmó la Personería de Medellín.
Es importante tener en cuenta que un grupo importante de profesores ha aprobado la presencia del ESMAD en las puertas de la universidad y no ven que esto tenga algún significado negativo. Esto se evidenció en la carta de 228 profesores enviada al Gobernador y que sirvió para que éste legitimara la presencia del Esmad en las porterías. ¿Pero, qué entienden estos profesores por universidad? ¿Un campo de concentración? La universidad sitiada por el ESMAD es la farsa en estado puro. Es una máscara, es la bufonada de la seriedad, es el juego de espejos de los falsos intereses de profesores con una débil idea de la universidad y de un gobernador que no entiende lo que es una universidad liberal, pluralista y democrática.
Cuando el ESMAD entra a la universidad no lo hace como un cuerpo policial que busca disuadir mediante la simple amenaza, sino más bien, agrede de manera indiscriminada contra todas las personas que están en la universidad. El accionar del ESMAD se extiende por toda la universidad, desalojando y gaseando salones y corredores. Utilizar gases en salones y corredores es una violación de los derechos humanos de profesores y estudiantes que están en sus oficinas o en las aulas. Si los gases deben ser utilizados contra un objetivo determinado, los capuchos o los narcotraficantes, ¿por qué el ESMAD los usa en toda la universidad?
Sobre esto el profesor Julio González Zapata, de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, nos presenta un testimonio impresionante: “El 31 de marzo de 2011 todo fue distinto. Antes de que nadie avisara sobre una evacuación, los gritos de pánico llegaron al cuarto piso y algo indicaba que era la hora de salir sin mayores miramientos. En ese momento los gases lacrimógenos dificultaban la respiración y producían una gran molestia en estos ojos viejos y recién operados. Logramos llegar al frente de la biblioteca en búsqueda de la salida por la Avenida del Ferrocarril, cuando nos vimos acorralados por centenares o tal vez de miles de estudiantes que corrían en direcciones contrarias porque la policía acosaba por la entrada de Barranquilla y otros muchos aparecieron en dirección hacia nosotros desde la cafetería aledaña al teatro Camilo Torres Restrepo. A paso ligero, llegamos hasta el parqueadero del edificio de la rectoría pero las bombas lacrimógenas no cesaban de sonar y de afectarnos las vías respiratorias, los oídos y los ojos”.
La Universidad no debe tener, entonces, más esa fuerza de choque en sus puertas. Si en un porcentaje importante de las actuaciones del ESMAD durante este último año se verifica un serio y sistemático desconocimiento de los procedimientos legales y del irrespeto a los derechos humanos fundamentales, según lo ha enunciado repetidas veces la Personería de Medellín, organizaciones defensoras de los derecho humanos, e intelectuales y periodistas críticos, no es razonable, entonces, ni políticamente correcto que el cuerpo directivo y el Rector sostengan con sus decisiones esta fuerza policial. El señor Rector dijo hace un tiempo en una entrevista que la presencia del ESMAD en la universidad era más una decisión del Gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos. Pero entonces, ¿que significa la autonomía de la universidad? Es necesario insistir en la idea de la autonomía universitaria en el manejo de la convivencia interna y de los problemas internos. Además, creo que ya se puede hablar de una situación en la que en la Universidad se muestra madurez y tranquilidad. Es decir, hay condiciones objetivas y subjetivas para plantear la salida del ESMAD del campus.
El argumento ideal sobre la universidad. Una universidad no es una máquina que fabrica académicos, ni es una empresa del conocimiento, ni es tampoco un centro de investigación. La enseñanza en la universidad no es mera instrucción. La universidad no es exclusivamente el lugar de la ciencia y la tecnología, es también el lugar de las humanidades y las artes.
La universidad es, además, el espacio de la democracia, entendida no como expresión de la voluntad de las mayorías, sino más bien, como expresión de límites sustanciales o de contenido a las decisiones de la mayoría. La democracia que importa en la universidad es del tipo de la democracia deliberativa. Ésta combina la responsabilidad política con un alto grado de reflexividad y un compromiso general de dar razones. Dar razones implica suponer que el hombre entendido como animal rationale es un ser dotado de razón. La facultad de la razón es la capacidad de tener una posición frente a las propias opiniones y acciones. El espacio que es creado por medio de las razones constituye una base compartida y común del pensamiento y las acciones fundamentadas. Las razones pueden basarse en convencimientos y en acciones y como razones deben ser abiertas al público. Ellas pueden ser entregadas, aceptadas, exigidas. Pertenece a la esencia de las razones que ellas no son algo privado. Las razones pueden ser juzgadas de forma general, según criterios racionales y hacen parte del juego de dar y exigir razones.
Dar y exigir razones es también el juego que los académicos que componen la universidad ejercitan en su vida diaria. “Es posible que se espere que algunos de ellos dediquen todo su tiempo ocioso al aprendizaje, y que sus colegas tengan la ventaja de aprovechar sus conocimientos a través de conversaciones con ellos y que el mundo, quizá, se beneficie con sus escritos. Un espacio de aprendizaje sin académicos de esta clase no podría llamarse universidad” (Oakeshott, M., 1989, 135) La universidad es, pues, el lugar para que se de la búsqueda del conocimiento. Esta búsqueda del conocimiento “no es una carrera en la que los competidores se disputan el primer puesto, ni siquiera es un debate o un simposio; es una conversación. Y la virtud peculiar de la universidad (en calidad de espacio de diversos estudios) es demostrarlo en este sentido en el que cada estudio aparece como una voz cuyo tono no es tiránico ni retumbante, sino humilde y afable” (Oakeshott, M., 1989, 137)
Para que pueda haber búsqueda del conocimiento, conversaciones entre académicos y entre académicos con los estudiantes, tiene que haber un espacio de aprendizaje con una serie de condiciones formales y materiales. La situación descrita anteriormente, según la cual, las acciones represivas del ESMAD, caracterizadas por el desconocimiento de los procedimientos legales y del respeto a los derechos humanos fundamentales; y la situación descrita sobre sectores de extremistas radicales, conducen estas dos situaciones a una decadencia de la universidad.
La decadencia de la universidad al estar sometida a estas incursiones violentas puede significar un verdadero desastre para la democracia, ya que una universidad sin que tenga la posibilidad de la búsqueda del conocimiento y de la conversación es una universidad que no puede formar ciudadanas y ciudadanos que se reconozcan democráticamente. Estas situaciones menoscaban la educación política, la democracia y el sentido de lo que podría llamarse universidad. Por esto también el ESMAD debe salir del campus.
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