Documento de la UN Bogotá, Mayo 30 de 1993
Porque nuestros muertos merecen quedarse en la memoria…
El 16 de mayo de 1984 se efectuó en los predios de la Universidad Nacional de Bogotá la mayor masacre de estudiantes de que se tenga noticia en Colombia. Las cifras en últimas no se conocieron, la prensa “víctima” de la censura y la autocensura, manejo el suceso de una manera amañada y parcializada como era de esperarse.
En las mentes de los estudiantes quedaron garbadas imborrablemente las imágenes de compañeros abatidos por la espalda en la Plaza CHE, o en los contornos de la Facultad de Artes, por decir algunos lugares, pero cuyas huellas sangrantes son indelebles e impregnan cada uno de los rincones de nuestro espacio cotidiano: el salón de clases, los laboratorios, el León de de Greiff, las cafeterías, los corredores, el “Güimpi”, etc; cada uno clama justicia, cada uno clama venganza; los 10, 20, 50, 100 o 200 desaparecidos en dicha jornada no pueden quedar impunes, sus sueños libérrimos iluminan el camino de nuestro andar.
Hace 9 años (9 de mayo) abatido en Cali “Chucho” León a manos de un “sicario”, era estudiantes de la UN y adelantaba labores de coordinación del movimiento Estudiantil. El día 16 en Bogotá, la indignación estudiantil recorre el alma de sus compañeros y comienza a gestarse una jornada de protesta desde las horas de la mañana. En la tarde el furor es grande y la agitación se irradia a los exteriores de la “Ciudad Universitaria”. La “fuerza pública” alarmada ante la indignación estudiantil con la anuencia del Rector, penetra en la U y efectúa una brutal cacería contra todas las personas que se encuentren en los predios de la misma e incluso en sus alrededores: violentan las facultades bloqueadas en un intento desesperado, por parte de los estudiantes, de defenderse de la agresión, y sacan a empellones a profesores, estudiantes, trabajadores y celadores, golpeando y disparando indiscriminadamente.
Individuos de civil que en la mañana estuvieron en las asambleas, se colocan brazaletes del F-2 y “colaboran” con la ignominia.
Caen uno a uno los (as) amigos (as); los (as) compañeros (as), bajo los golpes y las balas; las Residencias Femeninas y las Alberto Alava son testigos mudos de los allanamientos que no respetan nada, los libros o los colchones que apresuradamente se convierten en barricadas, las ideas y los amores que emanan de aquellos jóvenes y que, en alguna medida, alimentaron sus sueños libertarios. Todo es perseguido, todo es criminalizado; portar un carnet de la Universidad Nacional de convierte en pasaporte directo a los calabozos de la estación 100 y así se implementará la cacería que continúa con el cierre de la Universidad por 11 meses, a partir del mismo día 16 de mayo hasta abril de 1985, cuando se reabre militarizada para “impedir los desmanes estudiantiles”.
A la memoria de Alberto, Uriel, “Chucho”, Beatriz, John y la innumerable lista de compañeros y amigos caídos por llegar a soñar de pronto un amanecer libertario para Nuestra América.
Recuperemos la educación para la crítica, el debate y la acción.
Proyecto Cultural Alas de Xue.
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